Todo y nada o pasa todo y no cambia nada
En un programa sobre la historia natural de la isla de Cuba, que de vez en cuando transmite la televisión universitaria, o el canal 11, podemos ver un culebrón que de acuerdo a lo indicado en el propio programa, se repite año tras año entre los bosques de mangles y palmas situados frente al mar de la isla y desde hace millones de años: unas cotorritas ocupan, con frecuente desalojo de por medio, los nidos u hogares de los pájaros carpinteros, que estos labran con su pico en los altos de las palmas, pero luego y acaso como venganza, los carpinteros hurtan y devoran los huevos de las cotorritas…
No recuerdo el nombre del mencionado documental, de Planet Doc me parece, y por supuesto cabe lamentar la escasa y cada vez menor frecuencia con que ese tipo de programas salen al aire para la TV abierta o por cable, sin embargo no lo he mencionado para analizar el creciente deterioro de los contenidos y sórdidos fines mercantiles de la programación televisiva. ¿Es acaso la naturaleza un reflejo de la crueldad divina? Lo ignoro y no pretendo constatarlo, pero los seres humanos, a diferencia de las demás criaturas vivas, podemos diferenciar el bien y el mal mediante la razón, entiendo al mal como cualquier sufrimiento, ya sea propio o ajeno.
A pesar de aquella cualidad maravillosa, la razón, durante toda la historia de la humanidad han prevalecido los fines crueles en el empleo de la razón, o en otras palabras, su empleo al servicio de fines perversos; y de esa manera, nuestro pasado precolombino no implica ninguna excepción, siendo los versos del preámbulo de nuestra nueva Constitución Política del Estado (CPE) una gran pero gran mentira.
¿Cuánto han cambiado en Bolivia las relaciones de dominación entre gobernantes y sociedad civil desde que Evo gobierna el país? No sólo me refiero a la inclusión de la sociedad civil en los procesos de toma de decisiones concernientes a la gestión pública en sus distintos niveles, según lo previsto en la nueva CPE, al control social y la erradicación de la corrupción, o a una planeación de la inversión pública independiente de los cálculos políticos con base en estructuras clientelares, buscando sólo reproducir las relaciones vigentes de dominación.
También quiero referirme a la cultura, a los valores y principios morales orientados a regular nuestras relaciones familiares, recreativas, para conformar alianzas matrimoniales, o a estructurar órdenes jerárquicos en los ámbitos laborales y políticos, entre otras, que se instituyen desde las instituciones del Estado: la escuela pública, los “guerreros cibernéticos”, etc., como a través de los discursos y praxis política del poder político.
Y por último, me refiero al debate sobre la implementación de modelos económicos alternativos a las estrategias extractivistas como medio para satisfacer nuestros hábitos de consumo. Seguimos apostando nuestro futuro económico al extractivismo, aunque a diferencia de tiempos pasados, actualmente carecemos más que nunca de la autosuficiencia tecnológica necesaria para desarrollar el extractivismo necesario para satisfacer nuestros propios hábitos de consumo. Y con todo eso, ni mencionar la cuestión del 21 F…
El autor es economista
llamadecristal@hotmail.com
Columnas de JUAN JOSÉ ANAYA GIORGIS