Heridas abiertas
En octubre del 2017 fui a documentar un festival en una comunidad en Arani. No iba hace mucho, así que quedé muy sorprendida por el cambio de esta provincia: carreteras y caminos nuevos, una fuerte inversión en infraestructura, cosas que hacen una gran diferencia en la vida productiva de la región.
En la inauguración del festival una de las autoridades tomó la palabra. Se trataba de un asambleísta departamental. Durante su discurso, recordó los cambios que se habían logrado: una comunidad que poco antes ni siquiera figuraba en el mapa, ahora tenía un ciudadano que era asambleísta. A la hora de cerrar el discurso, dijo que todo eso era resultado del instrumento político y del MAS. Recalcó que, si se iban Evo y el instrumento, todos los beneficios ganados (el acceso a recursos, a la participación política y a sus beneficios) se perderían: los blancos siempre les habían quitado todo y no querían volver al pasado de servidumbre. Pidió pues que no se permitiera entrar a nadie, a ningún político que pudiera destruir lo construido.
Hay una larga historia de exclusión de la población rural que todavía tiene un gran impacto en calidad de vida y en acceso a oportunidades. La apertura a la participación política de más de la mitad de la población es aún muy reciente y hay muchas heridas abiertas que no han tenido ocasión de cerrarse.
Pero el instrumento político no ha sido el inicio de la apertura e inclusión, sino su resultado. Pensar que Evo es el primero que luchó por los derechos de todos los bolivianos es desconocer la historia, las reformas (como la participación popular) y las personas que cambiaron la cara de este país, como Remedios Loza, que han sido determinantes para permitir el acceso a distintos grupos étnicos, culturales y económicos.
Hace años se hacen este tipo de discursos en las poblaciones rurales. En lugar de buscar una unificación y conciliación para trabajar en conjunto, lo que se está logrando es una profundización en la brecha entre “nosotros” contra “ellos”. Se está vulnerando la constitución, la seguridad jurídica y se ha destruido la confianza en las instituciones nacionales, mientras se sigue glorificando al caudillo.
Quizás este sea el gran fracaso del instrumento político: ni ha logrado el diálogo necesario para cerrar heridas ni ha permitido el desarrollo de nuevos líderes que puedan darle una nueva cara al país. Ha minado las leyes para que se inclinen hacia un lado, pero con las bases minadas basta poco, muy poco, para que se derrumben.
La autora es escritora.
Columnas de CECILIA DE MARCHI MOYANO