Hipotecando el futuro
En uno que otro artículo que escribí anteriormente, afirmé que la destrucción de los bosques de Bolivia hipotecaría el futuro del pueblo boliviano. Creo que es tiempo que explique porqué, pese a que no es fácil hacerlo.
La preocupación actual por la ecología tiene varias fundamentaciones, primando aquéllas que devienen por la degradación ambiental y el cambio climático. Casi hay un consenso al respecto, pese a las minorías reaccionarias, encabezadas por Trump y en Brasil por Temer y Bolsonaro. Pero mi preocupación es con agregados de otra índole. Trataré de explicarlas, así sea difícil.
La humanidad anterior a nuestra subespecie de monos sapiens fue salvaje y caníbal, pero esos humanos prehistóricos eran los reyes de la creación biológica en la Tierra. Eran pocos y grandes cazadores. Su principal preocupación consistía en limitar su población, lo que lograban con sus guerras, su canibalismo y sus variadas formas de control de la natalidad, que no reparaban en el infanticidio. Así, siendo pocos, nunca faltaba la caza y vivían prácticamente sin trabajar. Como digo, eran los reyes de la creación.
Luego vinieron los monos sapiens (perdón, homo sapiens), en mayor número y cazando más animales. Se impusieron sobre las humanidades más antiguas porque eran más; y eran más porque mataban más animales en un mismo territorio. El hecho es que se impusieron por ser más y desde entonces se inició el crecimiento demográfico. Al principio este crecimiento fue lento, porque los cazadores sapiens trataban de controlar su reproducción, pero finalmente se les fueron las cosas de su control y terminaron teniendo que dedicarse a la agricultura, con lo que vino el trabajo, que esclaviza.
Los agricultores avasallaron a los cazadores y en parte se los comieron. Era un problema de demografía. Los colonos anglosajones corretearon a los indígenas en Norteamérica, porque éstos eran pocos. Los sirionós, siendo cazadores y muy pocos, pierden sus tierras porque se las arrebatan los colonos bolivianos. Y después nos vienen conque en Bolivia no hay imperialismo.
Los pueblos de la era industrial tienen motosierras, tractores y camiones para destruir los bosques, y finalmente para colonizar y avasallar a los pueblos antiguos, los verdaderos aborígenes (ab-origene, “desde el origen”).
Dentro de este panorama de la humanidad sapiens, resulta que pequeños grupos entraron en el continente americano por el estrecho de Behring, hace unos 43.000 años. Decir que fue antes es arriesgado en nuestros conocimientos actuales, aunque no imposible; decir que con menos antigüedad, es plegarse a la imbecilidad arraigada en Estados Unidos. Estos inmigrantes cometieron el terrible pecado ecológico de terminar con varias especies de caza mayor, incluyendo los mastodontes, esos elefantes que fueron propios de este continente. Pero particularmente exterminaron a los caballos, porque parece que sus carnes eran una delicia gastronómica. Cuando llegó la agricultura y se desarrollaron las civilizaciones americanas, no hubo caballos para domesticar. Veamos este asunto tan importante.
En el siglo XVIII los araucanos de Chile invadieron las llanuras argentinas. Lo hicieron a caballo, con largas lanzas y protegidos por corazas y cascos, a manera de monteras. Estas defensas las hacían con varias capas de cueros de bovinos. Antes del advenimiento del fusil de retrocarga a mediados del siglo XIX, la caballería araucana en Argentina era sencillamente formidable.
El grave defecto de los araucanos era económico. Tenían debilidad por la carne de caballo y particularmente de yegua. Esto es completamente antieconómico, porque el ganado caballar es delicado y no siendo rumiante su alimentación es exigente. Así, al comer carne de yegua los araucanos mermaban su caballería. Era un disparate. En cambio el paisanaje criollo argentino comía carnes de vacunos y de ovinos, que son rumiantes, que engordan y se reproducen mucho mejor que los equinos. Los antepasados de los que han venido a denominarse gauchos (que antes eran gualterios) no comían carne de caballos, y criaban vacas y ovejas para comer y vender, así que tenían una sólida base económica. Los gauchos reemplazaron a los araucanos.
Este tema del pecado de la carne continuará en el próximo artículo.
El autor es escritor
Columnas de BERNARDO ELLEFSEN