Hypatia
Lapidada por una turba de cristianos. Otras versiones mencionan que además fue desollada viva. ¿Qué hizo esta insigne mujer para padecer semejante fin horroroso?
Aunque existen exiguos vestigios de su legado, se cuenta que Hypatia tuvo la fortuna de ser criada por un sabio padre que en lugar de coartar su talento e inteligencia por llevar senos y vagina, le inculcó la luz de la inquietud, el albor fecundo de la duda, la afición por la observación, la pasión por el universo.
Así, Hypatia se convirtió en la primera matemática mujer de la que hay registro, en filósofa, astrónoma y maestra. Dicen que era tal su erudición y tan magistral su manera de expresarse, que contaba con seguidores que llegaban de zonas remotas para escucharla. Educó a renombrados filósofos de la época y no revestía vergüenza al abrirse campo en las típicas reuniones de hombres donde se regodeaba el poder político, en las cuales irrumpía serena, segura y firme.
En ese sentido, el “pecado” de Hypatia fue que se apasionó por el conocimiento, un rol histórica y culturalmente asignado a lo “masculino”. Y, más de paso, imbuida de su rebelde sabiduría, encaraba a los varones como su igual.
Para variar, fue acusada de “bruja”. La saña con que fue asesinada simbolizó el declinamiento de los irradiantes avances del periodo clásico y la filosofía griega, y una naciente hegemonía del oscurantismo cristiano, que, como otras vertientes de la matriz abrahámica, tiende a ser autoritario, fundamentalista y misógino.
Pareciera que el vaivén circular de la historia, por ahora, nos aparta de aquellos tiempos. Finalmente, siendo mujer y entre tantas otras congéneres, me construyo como dueña de mi vida, defiendo mi libertad en calidad de primera premisa y también me apasionan las letras y el conocimiento, patrones impensables para una, incluso hace menos de un siglo.
Sin embargo, ¿de verdad estamos lejos de los tiempos de Hypatia?
Hoy, todavía, el libre albedrío de una mujer es punido socialmente. Sólo basta evidenciar el espeluznante caso de una muchacha que por salir de juerga con sus “amigos”, fue violada y violentada. De esas historias hay miles; son aterradoramente cotidianas; están regadas por todo el orbe. Por si no fuera suficiente, lo peor son las reacciones de no pocas personas –y muchas de ellas mujeres- que levantan el dedo para imputar la arduamente conseguida libertad femenina, y atribuirle estos hechos inadmisibles.
¿Hasta dónde tienen que ver con ello dogmas de vertientes religiosas que hicieron que se lapide y despelleje a una mujer independiente, autónoma y cuyo atrevimiento fue la libertad de elegir su oficio? A partir de esas religiones, ¿no se sigue machacando en la represión, racionamiento, dosificación y maldición de la sexualidad, condicionando culturas neuróticas, violentas y dementes? ¿No somos en eso las más afectadas las mujeres al punto que nuestra libertad continúa siendo la manzana de la discordia? ¿Acaso no abundan las/os enfermas/os que confunden sexo con violación?
Estas fechas celebran el supuesto nacimiento de un “salvador” engendrado de una mujer que, para ser santificada, su principal atributo fue la virginidad. Es decir, se prefiere creer en milagros rimbombantes que permitirían la fecundación sin sexo, antes que otorgarle la posibilidad del placer sexual a quien tuvo que parir. ¿Y osan hablar de paz, de amor, de hermandad y solidaridad?
La autora es socióloga.
Columnas de ROCÍO ESTREMADOIRO RIOJA