Cirrosis de la política
Uno de los grandes placeres del hombre es la ingesta de alcohol generalmente en fiestas para imbuir alegría en el evento, ya sea en un cumpleaños, bautizos fiestas religiosas, etc., todo ello con medida. Ahora bien, el exceso de esta clase de consumo trae consecuencias, pero el peor es el adquirir el hábito de beber porque se termina en el alcoholismo. Este hábito repetido en forma consuetudinaria y por varios años termina en la enfermedad de la cirrosis, que a la larga inevitablemente trae la muerte del enfermo.
A muchos políticos, el poder les produce un gran placer; el abuso del gobierno y las grandes prebendas que detentan les causa la “borrachera del poder”. Ciertamente, debe ser un gran placer y gusto el manejar personas, manejar bienes, gastar dinero a su antojo y gusto, recibir obsequios.
Esta embriaguez política produce adicción más aún si se está mucho tiempo gozando de esa manera. El gobernante se acostumbra a mandar, dar órdenes, sentenciar, disponer, perdonar, indultar, someter, premiar, donar, castigar y tal es la borrachera en el poder, que a veces llega al “delirium tremens” y empiezan a ver figuras fantasmagóricas como cuando dicen el imperio y Donald Trump nos persigue, están conspirando contra nosotros, quieren hacernos daño, desean nuestra muerte. , Bolsonaro junto con la derecha están conspirando y atormentándonos, son vende patrias, están contra el pueblo que somos nosotros, odian a los originarios.
Vivir así, emborrachados de poder en forma crónica y por más de diez años, trae consigo la “cirrosis política”, cruel enfermedad que viene con los síntomas del alza de la temperatura del órgano, reflejada en la protesta de los gobernados, el deterioro del poder, la falta de respeto hacia el soberano, como el escupitajo al Vicepresidente, abucheos en lugares públicos como en el estadio Félix Capriles; deterioro popular, con encuestas que arrojan un porcentaje bajo de popularidad del gobierno, marchas con estribillos agresivos e infamatorios, huelgas de hambre; síntomas que deterioran cualquier organismo y que a la larga inevitablemente harán sucumbir al soberano gobernante, igual que al ser humano que adquiera esa enfermedad.
El autor es abogado
Columnas de RAFAEL G. JULIO QUIROGA