¿Iter criminis municipal?
Siguiendo con la saga de crisis municipales en Cercado, Sacaba y el ritmo cíclico de Quillacollo que nuevamente eligió un alcalde, debido a que por razones penales el suplente dejó el cargo, al igual, que el presidente Concejo Municipal la pregunta es: ¿Qué está pasando con nuestras alcaldías?
Los tres municipios más importantes del eje tienen una sombra de corrupción. Ante los ojos del expectante y anonadado ciudadano parece desarrollarse la trama de una novela policial de Agatha Cristie. Las autoridades ediles parecen personajes de “Los siete pecados capitales”, en quienes se hubiese desatado una pulsión freudiana de dinero y un estado psíquico de desesperación de generar ganancias mal habidas, extraídas de la cada vez más famélica fuente de los recursos públicos.
Desde la visión del ciudadano, un simple votante-espectador, la actividad municipal deja de ser aquel motivo de debate de gestión y visión urbana para trastocarse en una actividad sospechosa, hecho que ahuyentará en el futuro panorama electoral al votante y al profesional de participar en un partido o agrupación porque como están las cosas ser concejal o alcalde ya no será un honor, sino más una mancha que conlleva la sospecha automática ante los ojos del vecino de una especie de presunción de corrupción.
La excesiva carga de información sobre hechos irregulares llevará a la ciudadanía a tener una idea de que la intención: Quiero trabajar por mi ciudad, conlleva un verdadero “Iter criminis”, locución latina cuyo significado es “el camino al delito”, que según la doctrina penal tiene dos etapas.
Una interna expresada en la ideación y otra de externalización, es decir, los actos preparatorios hasta la ejecución. En Quillacollo la externalización del acto fue develada ante la comisión de fiscales por arrepentidos participantes respecto de toda una estructuración de cobros, que en buen latín es “la consumatum delictum”.
Ante la inminente llegada de las elecciones municipales y dado el panorama actual: Qué sentimiento tendrá el votante. Quizás después de este momento asolador de las gestiones y demoledor de las ilusiones electorales, el elector tendrá la idea de que los partidos y agrupaciones en lugar de propuestas tienen trazado un “Iter criminis”, desatando la desconfianza absoluta del electorado, que al decir de Emile Durkheim generarían el estado de anomia, que no es otra cosa que el debilitamiento de los vínculos sociales del individuo con sus instituciones.
El municipio es la institución por excelencia de la convivencia civil, es la generadora de progreso urbano y aquella que determina el equilibrio social independientemente del Estado central. Su debilitamiento o pérdida de credibilidad genera un retroceso. La historia demuestra que la decadencia de las comunidades ciudadanas conlleva la ruina colectiva. Es vital recuperar la institucionalidad de nuestros municipios y así evitar la anomia, el camino a la barbarie.
Columnas de JORGE ERNESTO IBÁÑEZ