Bolivia frente al cambio climático
Como en gran parte del mundo –nuevamente y durante los últimos días–, la agenda informativa de nuestro país ha tenido entre sus principales preocupaciones el recuento diario de los daños causados por las diferentes maneras como se manifiesta el cambio climático. Temperaturas extremas, que superaron durante la pasada semana los 40 grados bajo cero en unas latitudes, y los 40 grados sobre cero en otras, son algunas de las más notorias, pero no las únicas.
Son tantos y tan contundentes los datos objetivos que confirman la gravedad del problema, que resulta cada vez menos comprensible que algunos de los principales líderes del mundo se empecinen en negarlo. Donald Trump y Jair Bolsonaro, por ejemplo, han hecho de la negación del problema uno de los principales ejes orientadores de su política interna e internacional.
Para ellos, de nada valen los informes periódicos de la Agencia Oceanográfica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés), según los cuales el ritmo al que se calienta el planeta es incluso mayor al que preveían las más pesimistas proyecciones.
Bolivia, desgraciadamente, figura en todos los estudios sobre el tema climático en un lugar destacado, y eso por dos razones principales. Primera, porque está entre los países que más contribuyen al fenómeno. Y segundo, porque está entre los países más vulnerables.
Sobre el primer aspecto, los estudios especializados indican que Bolivia estaría contribuyendo al deterioro del ambiente planetario con una emisión de más de 25 giga toneladas de dióxido de carbono (CO2) anuales, como consecuencia de la deforestación de unas 350 mil hectáreas de bosques cada año, lo que en términos per cápita resulta en una tasa 20 veces más alta que el promedio mundial.
Y sobre el segundo, son también numerosos los estudios que señalan a nuestro país como uno de los más vulnerables y menos preparados para mitigar los daños del cambio climático. Es el caso de una investigación del programa ND-GAIM Country Index, del proyecto Iniciativa de Adaptación Global de la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos), según la que Bolivia se encuentra en el puesto 124 de 181 países estudiados, es el segundo Estado más vulnerable de Sudamérica (el primero es Guayana) y el quinto menos preparado para mitigar los daños (Venezuela, Surinam, Guayana Francesa y Guayana están peor capacitados).
Siendo esa la realidad, no hay excusa para que los gobiernos municipales, departamentales y el central no modifiquen sustancialmente su manera de afrontar el desafío.