Ironías y complejos
Es irónico hasta el extremo, no se puede entender este continente, nuevo mundo americano. ¿Qué pasa? Haití, un país que dio el grito libertario antes que nadie, que liberó a los esclavos antes que nadie, que tuvo una declaración de independencia digna de ser incluso mencionada por Simón Bolívar.
Tierra que ha sufrido las tiranías más aberrantes de los Duvalier. Un país que se ha debatido entre la miseria y la opresión sin que nadie diga nada. Un Haití que
duele después de uno de los más devastadores terremotos. La ayuda internacional no se hizo esperar, sin embargo, tampoco aplicó ningún tipo de controles de distribución de las donaciones. Esos generaron tanta corrupción, que algunos sin corazón y con caras de piedra se enriquecieron como locos y salieron volando, con toda la plata, a países de donde su extradición no fuera posible.
Haití es un país que se ha beneficiado de algunas otras bondades, entre ellas la venezolana, con un donativo constante de petróleo. Y, sin embargo, el actual presidente que se ha enriquecido, precisamente con esas donaciones de petróleo es otro cara dura que ha robado a los pobres y muy pobres. La media de la población de Haití es de 25 años, una población joven que además no tiene más futuro que la chabola y la enfermedad.
Mi amigo Marcos Recolons trabajó en Puerto Príncipe por unos 10 años, y su versión de la vida allá es realmente conmovedora. Comentaba que los haitianos son gente de grandes virtudes y capaz de hacer vida de lo más elemental y que la esperanza no se va. Ha llegado el momento de demandar a los corruptos y lo han hecho, cientos de muertos han marcado las calles con sangre otra vez, ésta de la bala asesina de un tirano.
Nadie, nadie llama a una reunión urgente, nadie hace aspavientos de lo que acontece. No, Jesús, eso es intervenir en la soberanía de los pueblos. Nadie organiza ayuda y apoyo logístico para la gente que no tiene un hospital capaz de cuidar a los heridos.
Haitianos emigran como hojas llevadas por el viento a Brasil y Chile y EEUU y allá donde van son discriminados, no reconocidos. Poco a poco la sociedad chilena ha demandado que se trate bien a los inmigrantes haitianos, con algún resultado, pero no suficiente todavía.
Los DDHH en Haití, son atropellados con impunidad y no se ha visto a la OEA mandando, desesperada, comisiones a demandar justicia y respeto. La miseria que reina desde el terremoto sigue y sigue con toda su fuerza, se levanta un colegio solo para ver que sus alumnos no tienen comida, se abre una posta sanitaria solo para brindar confort con la sonrisa. No hay nada y esa nada está siendo aprovechada por los inescrupulosos hijos de los nuevos Duvaliers.
Aristide, quien fue una esperanza nueva para la política haitiana, fue derrocado y volvió la abrumadora y miserable guerra. Ahora, la oposición demanda la salida del presidente y éste responde con balas y gases y mata y hiere. Ese pobre país sigue viviendo con la miseria y más miseria. La UE, EEUU, nadie, Brasil, Argentina, Chile, Ecuador, Perú, siguen sin decir esta boca es mía.
Otra vez solo, Haití se va muriendo y el ladrón de su presidente reprimiendo y gozando del petróleo venezolano; y nadie dice nada.
El autor es filósofo y sociólogo
Columnas de CARLOS F. TORANZOS