Taras
Autoridad disculpándose por la “terrible falta” de ostentar doble nacionalidad. Funcionaria pública vilipendiada socialmente por nacer de madre chilena. ¿Captamos la masiva sordidez xenófoba de buena parte de las reacciones que destapó el asunto de que la Presidenta del Senado tenga ascendencia y nacionalidad chilena?
La mayoría de los países de América Latina surgieron con una noción muy pobre de nación. Durante el siglo XIX, las élites que manejaban esos Estados oligárquicos, imbuidas de las ideas positivistas, generaron un culto obsesivo y racista hacia lo europeo para amparar una división social del trabajo marcada por fenotipos étnicos. De esa forma, el nacionalismo que se expandió en el siglo XX, tuvo –en un inicio– cierto cariz progresista, porque permitió cuestionar órdenes sociales plutocráticos.
Sin embargo, los nacionalismos latinoamericanos no dejaron de remitirse a sus pares europeos que se profundizaron a partir de la Guerra Franco-prusiana, con tintes militares, chovinistas y de justificación del uso de la fuerza con objetivos geopolíticos, y ello se materializó en guerras fratricidas. Finalmente, todo nacionalismo se engendra con un aterrador sesgo al encumbrar la “identidad nacional” mediante una percepción prejuiciosa de un “otro” al que, en caso de guerra, se debe estar dispuesto a matar, torturar, saquear, violar. En suma, bajo el ala de los nacionalismos, suele cobijarse la xenofobia, una de las taras más violentas, autoritarias, tendenciosas que “atesora” la humanidad.
En Bolivia, por traumas históricos de larga data, la xenofobia es lacra recurrente en la conciencia colectiva, al punto que el estigma contra el extranjero ha marcado la gama ideológica y política del país. Sólo basta rememorar las perlas que peroraban Montenegro y los ideólogos de la Revolución de 1952 cuando se referían a los extranjeros. O el régimen dictatorial de Banzer, cuyo discurso se centró en asegurar que había que eliminar al “comunismo” al ser una ideología “foránea” ajena a la “bolivianidad”. Por otro lado, en la misma época, la izquierda se jactaba de cerrar el Centro Boliviano Americano, tildado de “reducto del imperialismo extranjero” por la enseñanza de inglés.
Hoy, oficialistas y opositores utilizan este sentimiento oscuro y traumado para denostar al opositor político, con una regularidad de miedo. Recordar cómo funcionarios gubernamentales y militantes del MAS se estrellaron contra un periodista crítico del régimen por su origen chileno. Estos últimos días, opositores apelaron a las mismas taras al descalificar a una senadora oficialista. ¡Y ella en lugar de mandar las taras a donde les quepa, primero niega su origen cual si fuera delito y después se disculpa por venir de madre extranjera! ¡Esperaba más de usted, señora senadora, tal vez olvidando que es militante de un partido tan xenófobo, acrítico, chovinista y militarista como los otros!
Mientras tanto, allende la miopía que aflora de mentalidades tan limitadas como las fronteras, desde las aguas del conocimiento de lo que nos rodea, las evidencias son abrumadoras: Cohabitamos en un minúsculo punto de luz en el universo. El sol es una de miles de millones de estrellas ubicadas en la Vía Láctea, que a su vez es una de miles de millones de galaxias. Y, más de paso, compartimos el 99% de los genes no solamente con cada espécimen humano, sino con cada árbol, cada perro, cada hierba silvestre, cada lombriz, cada cucaracha. ¿Y aún así se sienten “mejores” o “diferentes” por nacer en un pedazo de terruño que ni siquiera eligieron?
La autora es socióloga.
Columnas de ROCÍO ESTREMADOIRO RIOJA