Gas condensado: ¿fiesta, festín y desmoronamiento?
El producir gas natural en nuestros megacampos de gas con condensado para el mercado brasileño en la misma época que todos los precios de las materias primas estaban en ascenso ha tenido resultados positivos espectaculares en nuestra economía. En los últimos 14 años hemos gozado de una bonanza económica sin precedentes en nuestro país.
Sorpresivamente, en forma sostenida, habíamos logrado una balanza internacional de pagos positiva, de la cual 60% era por exportaciones de gas natural. Parecía que había llegado la época soñada por todos nuestros legisladores petroleros bolivianos de contar con los ingresos suficientes para transformar nuestra economía, de país exportador de materias primas a un país agrícola e industrial.
El flujo de los grandes ingresos parecía la herencia de un “tío rico” lejano y en esa misma forma los manejó el Gobierno. Inicialmente se trato de financiar proyectos y establecer fondos para transformar la economía nacional, pero los ingresos eran tan generosos que rápidamente nos vino el síndrome del “nuevo rico”. Compramos aviones ejecutivos transatlánticos, financiamos y celebramos innumerables reuniones internacionales de todo tipo, compramos un satélite ciego, sordo y mudo, construimos edificios de oficinas innecesarios e, inclusive, emitimos bonos en dólares en el exterior con altas tasas de interés. Nada parecía estar fuera de nuestro alcance financiero.
Ha sido un festín financiero. En esa desordenada euforia no se tomaba en cuenta que el país era deficitario en la producción de diésel. Como era de esperarse, la euforia aumento la tasa de crecimiento del diésel, el combustible del desarrollo. Equivocadamente se pensó que refinando el condesado que acompaña la producción de gas se cubrirían las demandas nacionales de gasolina y diésel.
Error que se hizo notar varias veces por el autor y otros comentaristas del sector, pero como las facturas de importación de esos combustibles eran tan menores comparadas con las exportaciones de gas no se le prestó la debida atención. En 2006 teníamos pequeños saldos exportables de gasolina pero ya importábamos 6.100 bpd de diésel. A 2018 la situación es abismalmente diferente.
El año pasado importamos 1.7000 bpd de diésel y 8.600 bpd de gasolina. Nuestra factura por importación de estos combustibles está cercana a 1.000 millones de dólares por año.
El costo por las importaciones de diésel y gasolina continuará en ascenso, mientras que los ingresos por las exportaciones de gas natural en descenso. Probablemente para el próximo año tengamos una balanza energética internacional de pagos negativa. Los fondos obtenidos por exportación de gas serán menores que los que se precisan para cubrir las importaciones de diésel y gasolina. La situación es grave porque no se tienen soluciones a corto plazo.
Es necesario reorientar la política energética del Gobierno y modificar las actividades de YPFB. La obligación fundamental de YPFB es abastecer energéticamente el país. Debe insistir en una labor exploratoria de hidrocarburos, conjuntamente con las petroleras extranjeras que están presentes, como lo está haciendo actualmente con las menguadas reservas de gas. Detener y disminuir el uso de gasolinas con gas comprimido en la espera de los vehículos con baterías eléctricas.
Además, sus labores deben estar dedicadas a reemplazar el diésel y la gasolina de origen fósil con biocombustibles, como el metanol y el biodiésel, a fin de detener mayores aumentos de los combustibles fósiles y, en lo posible, irlos eliminando para el futuro. No tiene la materia prima ni los mercados necesarios y no puede seguir disminuyendo las reservas internacionales del Banco Central con préstamos para otros proyectos petroquímicos, como instalar producción de polipropileno y de úrea formaldehído y de ninguna manera insistir con proyectos industriales en el Chapare.
El Gobierno debe convencerse de que no somos el corazón energético de América Latina y que el atraso de no contar con nuevas reservas de gas para su exportación nos puede causar una terrible sangría de divisas. Además de apoyar la producción de biocombustibles por YPFB, debe también impulsar al máximo la energía eólica y solar. Tendremos años difíciles por el desmoronamiento de las exportaciones de gas, pero aprovechemos la crisis para encaminar el país hacia el cumplimiento del Acuerdo de París para eliminar las variaciones climatológicas utilizando energías no contaminantes.
El autor es ingeniero petrolero y analista energético.
Columnas de CARLOS MIRANDA PACHECO