El 9 de Abril no es patrimonio del MNR
El siglo XX en América Latina estuvo marcado por un conjunto de movimientos populares que reaccionaron ante los regímenes establecidos, culminando en la mayoría de los casos, en revoluciones nacionalistas y reformistas que rompieron en mayor o menor medida con el viejo orden feudal y oligárquico.
Estos antiguos regímenes eran democracias aparentes donde el voto estaba restringido a los hombres que supieran leer y escribir, y tuvieran una renta mínima. Las cuestiones de Estado se decidían en los lujosos clubes de las clases pudientes criollas, los altos oficiales militares y el clero.
La principal pugna política entre los terratenientes y la naciente burguesía duró algo más de un siglo, expresada en los partidos liberales y conservadores del continente. Los trabajadores y campesinos eran carne de cañón en estas luchas, y sus necesidades y aspiraciones no interesaban al Estado.
En este escenario surgieron carismáticos líderes de masas que hicieron suyas las demandas de las clases empobrecidas, canalizando ese apoyo en demandas como: apertura política, libertad de asociación, reformas laborales, reforma agraria y la ruptura del modelo liberal en pos del desarrollismo y la sustitución de importaciones.
Estos procesos asumieron múltiples rostros: en Argentina Yrigoyen y posteriormente Perón, José Batlle en Uruguay, Getulio Vargas en Brasil, Jacobo Árbenz en Guatemala; procesos truncados como el de Jorge Eliécer Gaitán en Colombia o los gobiernos de Busch y Villarroel en Bolivia; y fenómenos más tardíos como Velasco Alvarado en Perú, Salvador Allende en Chile, Fidel Castro en Cuba, y la Revolución Sandinista en Nicaragua.
Estos cambios en Bolivia ocurrieron tras la Revolución del 9 de Abril de 1952, hace ya 67 años. Las reformas de la Revolución Nacional se gestaron desde 1928, cuando los cochabambinos Ricardo Anaya y José Antonio Arze las incluyeron en la Declaración de Principios de lo que hoy es la Confederación Universitaria Boliviana (CUB).
Ese programa fue asumido por los ex combatientes del Chaco, que se convirtieron en fuerza política para respaldar a Toro, Busch y Villarroel. Estos gobiernos implementaron reformas como la nacionalización de las divisas de la gran minería, el primer código del Trabajo, regalías para las zonas productoras de petróleo, abolición de la mita y el pongueaje y el derecho a pensión.
El Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) condujo la lucha contra la rosca minero-feudal sólo por 6 años tras el colgamiento de Villarroel. Sin embargo, la revolución se gestó por casi un cuarto de siglo, y por medio siglo más la Revolución Nacional fue propiedad del MNR, incluso en una época en que el propio MNR destruyó todo aquello que había creado en 1952.
Hoy, debemos reivindicar la Revolución de 1952 desde sus verdaderos actores: los excombatientes del Chaco convertidos en milicianos, los carabineros luchando contra el Ejército, los trabajadores mineros que lucharon contra la rosca de Patiño, Hochschild y Aramayo; y los campesinos que lucharon por liberarse de los hacendados para cultivar su propia tierra.
Este 9 de Abril, en lugar de recordar al partido que se adueñó de 24 años de lucha popular, honremos al pueblo que hizo realidad la consigna "Las Tierras para el Indio, las Minas para el Estado, y las Armas para el Pueblo".
El autor es economista de la UMSA con mención en análisis económico, ex dirigente estudiantil y estudioso de los procesos políticos y sociales.
Columnas de JUAN JOSÉ BEDREGAL