La juventud y la política cibernéticos
Las expectativas de la juventud, en el caso de la política latinoamericana, no han encontrado espacio en las agendas o propuestas políticas de los partidos.
Vivimos tiempos de cambio, ciertamente, como nunca en la historia del país. La población votante entre 18 y 30 años, para los comicios de este año, será de 2.570.701 electores. Esa cantidad representa el 39,9% del padrón electoral, cifra importante si tomamos en cuenta que el padrón general es de 6.438.801 millones de electores. Sin embargo, pese a tal importancia, las propuestas de los partidos aún no incluyen una agenda que resalte la nueva realidad y aglutine la demanda de una población joven menos interesada en la política de posicionamientos ideológicos y más en establecer metas vinculadas con el sueño capitalista.
Esta situación, más allá de ser reprochable y estigmatizada como poco analítica por parte de la juventud, conduce a replantear seriamente sobre el campo de lo político y como en esta nueva realidad, la política tradicional pueda crear los espacios suficientes para que la juventud sea considerada en sus proyectos, más allá de verlos sólo como votos.
Los teóricos políticos, muchos de ellos, formados en el siglo XX, establecen una relación entre la pérdida de contenido político y desideologización como una característica de la participación joven en los procesos políticos con un pesimismo sobre el futuro de la política liberal, a raíz de este fenómeno; sin embargo, más allá de esta lectura catastrófica, lo cierto es que las expectativas de la juventud, en el caso de la política latinoamericana, no han encontrado espacio en las agendas o propuestas políticas de los partidos, reduciendo su participación joven sólo a la militancia subordinada sin espacio para generar propuestas propias. De ahí que el desgaste del modelo político liberal en Latinoamérica, en el fondo, sea el no encuentro de la nueva realidad joven y sus esperanzas.
Mis colegas más puristas señalarán que lo que llamo esperanzas de los jóvenes no es más que imposiciones artificialmente creadas e impulsadas por industrias culturales y manos negras transnacionales que cambian la percepción de la juventud con la finalidad de incluirlos al sistema capitalista mundial, y puede que así sea, sin embargo, las condiciones actuales de la política en Latinoamérica tampoco han hecho mucho para sentar las bases para un contrapropuesta propia juvenil frente a mareas alientes y, por tanto, se sigue observando a la juventud como un sector influenciable y no propositivo, de ahí el desazón de la juventud por la política. Esto a la larga puede terminar en dos escenarios, o comenzamos a presenciar un ausentismo alarmante y escasa participación de los jóvenes en la toma de decisión o veremos una trasformación de la política. En las condiciones actuales, me voy por el primer escenario.
El autor es sociólogo
Columnas de CÉSAR AUGUSTO CAMACHO SOLIZ