La revolución urbana y la nueva agenda que tienen las ciudades
El vivir en ciudades es una de las condiciones que la población mundial debe aceptar. Esa condición llega obviamente a Bolivia, aunque todavía no tengamos consciencia de lo que ello significa. La ausencia de respuestas a retos fundamentales como la gestión integral de los residuos sólidos, por ejemplo, situación que ninguno de los gobiernos locales bolivianos tiene resuelta, lo demuestra. Similar situación debemos enfrentar con las aguas residuales.
Además de esta situación que debe ser enfrentada con una combinación de conductas individuales y colectivas, y políticas públicas, hay otras que se generan fuera de nuestro territorio y cuyas consecuencias deben tener respuesta en los niveles locales. El solo enunciado de ellas dejan en evidencia su importancia: los procesos migratorios, el cambio climático, el valor comercial de la tierra, la aprobación de políticas públicas de impacto, el imaginario colectivo urbano-rural que define patrones de comportamiento, los precios internacionales de nuestros productos, las dinámicas locales generadas por influencias de mercado o demandas externas, la investigación científica y/o aplicada, la fabricación de tecnología, y la innovación. Cada una de estas categorías, y no son las únicas, definen comportamientos y conductas locales sin tener la posibilidad de modificar sus causas.
Sobre las tendencias migratorias, vengo insistiendo con una reiteración rayana en la testarudez, que existen cinco verificaciones cuyo patrón tampoco podemos ignorar: 1) los procesos migratorios rural-urbano, urbano-urbano, nacional-internacional, continuarán pues son una tendencia mundial; 2) Esta tendencia genera el despoblamiento rural, el abandono de extensiones territoriales productivas y el incremento del costo de los servicios en las áreas rurales; 3) Al producirse la migración hacia las ciudades y áreas periurbanas se produce sobre ellas una presión que demanda servicios básicos e infraestructura para la cual las ciudades receptoras no están preparadas; 4) No existen antecedentes de retorno poblacional masivo a los territorios de origen, abandonados, y, 5) las políticas públicas aplicadas hasta ahora, no han modificado la tendencia de abandono del campo y las zonas rurales.
A estas cinco condiciones se suma la constatación que las ciudades no producen comida, agua y energía en cantidades autónomas y cuya exigencia si no se incorpora al análisis, generará consecuencias previsibles, como ya lo estamos viendo.
Ese escenario de aparentes inflexibilidades, es sobre el que venimos trabajando en el Cepad y estamos en condiciones de realizar un aporte boliviano a la situación existente. Son propuestas de consideración urgente, y con esa urgencia las hemos presentado en Sucre en el seminario convocado por ONU-HABITAT y el
Viceministerio de Vivienda sobre Ciudades Intermedias realizado la semana pasada. No se trata de un acto de fe, ni una reflexión ideológica, es el resultado de una investigación de largo aliento, compartido en siete encuentros internacionales y verificados en un estudio de campo en Bolivia, realizado en 10 ciudades intermedias.
Hemos encontrado que para enfrentar esta situación se requiere formar una red de ciudades intermedias con calidad de nodos de servicios públicos; que en ellas se fortalezca la cohesión social en torno al turismo sostenible; que se ejecuten acciones de desarrollo económico local que alienten seguridad alimentaria; y, que se logre el mantenimiento territorial de la población con existencia de caminos, energía y programas de vivienda digna. Esas condiciones demandan acciones inmediatas, que no se están cumpliendo ni en la sociedad ni en el Estado.
Sin embargo, ahí están las propuestas.
El autor es director de innovación del Cepad
Columnas de CARLOS HUGO MOLINA