Una trama demasiado repetida
Entre las muchas tragedias que suelen asolar anualmente a nuestra ciudad, como a todo nuestro país, con la misma regularidad con que se reproduce el ciclo de las cuatro estaciones del año, hay una que es muy propia de esta época otoñal, antesala del invierno que se nos viene. Nos referimos a la ferocidad con que el cemento se abre camino por sobre cuanto árbol se interpone en su camino.
Cada año el tema vuelve de una manera aparentemente novedosa. Ahora, lo ha hecho una noticia publicada en las páginas de este matutino en días pasados según la que vecinos de la OTB Alto Mirador alertaron sobre la tala de eucaliptos en una “zona de protección estricta” y acuífero del Parque Nacional Tunari, por encima del límite urbanizable de la cota 2.750 msnm.
La noticia no parece más que una tediosa repetición de lo que a esta altura del calendario se publica en estas páginas desde hace al menos 30 años. Igual que las versiones oficiales sobre el tema.
En la nueva temporada de la trama, que de nueva no tiene nada, las autoridades repiten el libreto escrito por quienes las antecedieron. Así, el subalcalde de la comuna Tunari deslinda responsabilidades achacándoselas al Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap). Cuyo representante, a su vez, se lava las manos al afirmar que “se ha declarado como zona roja, de protección estricta”. Por consiguiente, dijo, se hizo un informe y se comprometió a notificar y sancionar a los responsables de la deforestación y loteamientos.
Llegada a sus manos la notificación, los autores de la tala transfirieron la responsabilidad a la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT). Para liberarse de toda culpa, aseguran que esa instancia habría autorizado la tala de los árboles “porque estaban dañados” y por tanto, según su lógica, el Sernap no tiene por qué entrometerse.
En resumen, lo único que queda claro es que en éste, como en otros asuntos de interés colectivo, los tres niveles del Estado (nacional, departamental y municipal) no saben hacer nada mejor que desentenderse. Mientras tanto, los únicos que no se confunden, porque son los que mejor saben lo que quieren y pueden, son los depredadores, loteadores, traficantes de tierras, lotes y madera.
Así, no es sorprendente que a estas alturas del año se multiplique, a lo largo y ancho de la ciudad y sus alrededores, el ruido de las motosierras, el transitar de camionetas y camiones cargados de “leña” cuyo destino no es difícil suponer, seguidos por el estruendo con que se construyen nuevos barrios.
No hace falta mucha suspicacia para prever que el próximo capítulo se escribirá bajo el rótulo de “incendios imprevistos” y la presentación de nuevos proyectos de modernización urbana.