Pertinaz envenenamiento colectivo
Hace unos días, un amplio reportaje publicado en la edición digital de este matutino nos recordaba que este año, como todos los anteriores, la mala calidad del aire de nuestra ciudad sigue superando ampliamente los límites sugeridos por la Organización Mundial de la Salud. Y que a pesar de lo muchas, y aparentemente severas, que son las normas que buscan disminuir el nivel de contaminación, los resultados distan mucho de lo que sería de desear.
La magnitud del problema no es pequeña. Según el más reciente reporte de la Red de Monitoreo del Índice de Contaminación Atmosférica (Red MoniCA), los datos recogidos de las tres estaciones de la ciudad –ubicadas en las cercanías de la Fuerza Aérea, en la zona Sud, en Coña Coña y en Semapa, en la zona Norte– durante la semana que termina la contaminación atmosférica urbana se ha incrementado 11 puntos, lo que equivale al 71 por ciento en relación a la misma época del año anterior.
Eso confirma una vez más que, si bien no es la única ciudad que sufre este problema, el caso de Cochabamba es, por diferentes motivos, especialmente grave.
Cabe recordar al respecto que, según los parámetros internacionales aprobados por la OMS, el nivel óptimo no debe superar los 10 microgramos de partículas nocivas por metro cúbico de aire (mg/m3), aunque considera que el límite tolerable puede llegar hasta los 20 mg/m3. Según la legislación vigente en nuestro país, mucho más flexible, el parámetro permitido es de 50 mg/m3, más del doble de lo recomendado. El promedio de nuestra ciudad supera los 40 mg/m3 y llega en los barrios de la zona Sud a niveles tan altos como los 73 mg/m3, casi cuatro veces más de lo recomendado por la OMS.
Tan malos datos confirman que la contaminación atmosférica de nuestra ciudad, que bien merece ser calificada como un envenenamiento colectivo, es uno más de los muchos temas ante los que las políticas públicas brillan por su ausencia. Una prueba más de que Cochabamba –a nivel urbano como departamental– sigue sumida en una especie de extravío colectivo, incapaz de establecer con algún grado de sensatez el orden de sus prioridades.
Lamentablemente, por lo menos hasta ahora, no se ha visto que al tema se le dé la importancia que merece y a lo máximo que llegan las políticas públicas es a proponer paliativos que, frente a la magnitud del problema, resultan irrelevantes, como lo confirma el hecho de que la situación mantenga su rumbo hacia un constante empeoramiento sin que se vislumbre alguna medida capaz de detener la tendencia y mucho menos revertirla.