No sea criminal
37 loros, una tortuga y seis conejos silvestres fueron decomisados hace poco a traficantes de vida silvestre, que buscaban venderlos a humanos aburridos, torpes, malvados e insensibles que no encuentran otra manera de divertirse que enjaulando a seres que nacieron para vivir en libertad.
Es muy dañino para el medio ambiente retirar a estos animales de su hábitat y alejarlos de sus fuentes de alimentación, cobijo y en definitiva de su hogar.
El único pecado que han cometido es haber nacido vistosos, coloridos y con ciertas habilidades que hace que parezcan seres humanos como emitir sonidos similares al habla humana, de ahí que, habitualmente, un 25% de los animales que se rescatan sean loros, según la Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas.
Incluso se sabe que obligan a estas aves, las Amazona aestiva o “loritos habladores”, a beber vino y cerveza causándoles hígado graso, cirrosis y con el tiempo una muerte segura, lenta y dolorosa.
Otros animales que corrieron con peor suerte son flamencos que han sido hallados metidos en bolsas de yute, doblados para que no ocupen campo o zorros vivos, desangrándose, sin cola porque fueron usados en rituales de “limpias”.
Y al parecer estas denuncias sirven de poco, sólo causan malestar temporal y el tráfico continúa, a pesar del arsenal de leyes y normativas que Bolivia tiene para detener este insensato comercio.
Según un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), el comercio ilegal de fauna silvestre es el cuarto negocio ilícito, que mueve un gran capital económico, entre 10 y 20 mil millones de dólares anuales, en el mundo. Sólo está por debajo de la venta de drogas, armas y tráfico de personas.
Ello implica que no sólo ciertos indígenas, cazadores furtivos y comerciantes están involucrados en esta horrible cadena, sino, que están los compradores. Y éstos son los directos culpables de aniquilar loros, zorros, quirquinchos, flamencos y tortugas, entre otros.
Así que la siguiente vez que alguien sienta la tentación de comprarse una boa o una iguana, será mejor que lo piense dos veces y no lo haga porque además de ser un criminal, llevará sufrimiento a su casa. Ese animal estará desconsolado y angustiado, tratando de vivir en una caja de vidrio, y congelándose en invierno porque no es lo mismo el calor de la selva que el calor de un foco que le apunta directamente a los ojos.
Si cualquiera quiere tener entretenimiento en su vida puede leer un buen libro, escuchar linda música o salir a caminar y no maltratar o abusar a seres indefensos.
La autora es magíster en comunicación empresarial y periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER