Clausurado, atiendo por atrás
Quien pone un negocio por la vía legal en el país es un tarado, no importa si se trata de un emprendimiento grande o pequeño, de una industria, una importadora o una exportadora. Si trata de hacerlo cumpliendo con todos los permisos y trámites, a la corta o a la larga descubrirá que perdió tiempo, dinero y esfuerzo.
En Bolivia, al salir bachiller, es mejor conducir un auto chuto, comprado en frontera, conducirlo por cinco años, hacerse de un capital y con ese dinero acudir a Iquique, comprar mercadería, contrabandearla y venderla en uno de los tantos miles de puestos callejeros citadinos.
Luego ese puesto comercial estará afiliado al régimen simplificado, se pagará un monto mensual al sindicato que negociará, con la autoridad de turno, para evitar multas o sanciones. Mientras, por otro lado habrá largas filas de personas que buscarán su “perdonazo” en el Servicio de Impuestos Nacionales por haberse equivocado al colocar un número en uno de los formularios que se debe llenar cada cierto tiempo.
La otra Bolivia es de quienes saben que tienen que hacerlo “por atrás”, buscarán un tramitador, “precio de amigo”, el “así no más”, el “cuánto y por qué tan caro”, y otras maneras para evadir el pago del precio justo.
Y es en ese momento cuando surgirá la pregunta obvia ¿para qué sirve ser formal si a la larga son los tramposos los que obtienen mayores beneficios?
Al parecer el único beneficio que te da el ser formal es obtener un crédito bancario para comprar una casa o un auto. El problema es que piden tantos documentos, que lo único que se obtiene es un gran dolor de cabeza y pérdida de paciencia.
Siendo éste el estado de la situación es mejor buscarse un socio, un prestamista, o un anticrético, curiosa forma que sólo se da en Bolivia para disfrazar un préstamo indirecto.
Lo peor de todo es que cuando las cifras saltan a la luz y se habla de que la economía del país tiene buen crecimiento, habrá que ver quién la hace crecer. No son los informales, chutos y los perdonados, son los exprimidos y formales contribuyentes que religiosamente pagan IVA, IUT, IT y RC IVA, y gracias a sus contribuciones tenemos caminos, alumbrado, escuelas y un muy bien alimentado aparato burocrático estatal.
Por ello no sorprende que Bolivia se encuentre en el puesto 156 del Doing Business de los 190 países que conforman este ranking, que clasifica los países según la facilidad que ofrecen para hacer negocios. En 2019 Bolivia ha caído cuatro puestos en este ranking, lo que indica que se ha hecho más difícil hacer negocios en el país y esta posición en el ranking deja claro que Bolivia no es un lugar propicio para hacer negocios.
La autora es magíster en comunicación empresarial y periodista.
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