Un gran pacto por el medioambiente
Un tema que desde hace algunos años mantiene una constante tendencia ascendente en el lugar que ocupa en la lista de preocupaciones de la población cochabambina es el relativo a la contaminación ambiental. Y no es para menos, pues con cada año que pasa aumentan los motivos que justifican que al asunto se le dé un carácter de urgencia.
Lamentablemente, esa tendencia no se ve reflejada, por lo menos no por ahora, en la agenda de los tres niveles de gobierno que son los que tienen en sus manos la posibilidad y obligación de hacer algo al respecto. En efecto, las instancias estatales encargadas de elaborar y ejecutar políticas públicas para afrontar el problema –el gobierno central, el departamental y los municipios que constituyen la conurbación metropolitana– dan continuas muestras de lo lejos que están de ponerse a la altura del desafío.
Los ejemplos que así lo demuestran son abundantes. Basta ver el lugar que los proyectos relacionados con el cuidado medioambiental ocupan en los presupuestos anuales para tener una cabal idea de la poca importancia que se le da al asunto. Desinterés que contrasta de manera cada vez más notable con las informaciones que a diario dan cuenta de su gravedad.
Esa falta de correspondencia entre las preocupaciones de la ciudadanía y las prioridades de las autoridades que gobiernan en su nombre está llegando a un punto insostenible. Así lo demuestran los constantes conflictos que tienen como motivación principal la disparidad de criterios sobre lo que se puede, lo que se debe y lo que se quiere hacer para buscar un punto de equilibrio entre las necesidades propias del crecimiento económico y demográfico, por una parte, y las que impone la urgencia de velar por la salud medioambiental, por la otra.
Ante tal panorama, resulta evidente la urgente necesidad de dar un radical giro al rumbo que se le está dando al desarrollo urbano. Algo que no podrá hacerse si previamente no se produce otro cambio, también radical, en la actitud de las personas que tienen en sus manos los destinos de nuestra ciudad y nuestra región. Es urgente un gran pacto que, pasando por encima de las pugnas políticas, ideológicas o de cualquier otra índole, tenga como principal objetivo detener el envenenamiento del aire que respiramos y con él, el de nuestro futuro.