El laberinto de la parodia electoral
¿Qué es parodia? Abramos lo que en lenguaje popular se suele decir el “mataburro”; esto es, el Pequeño Larousse. Allí se lee: “Parodia es cualquier imitación burlesca de una cosa seria. También: “representación teatral satírica para ridiculizar algo”. La política no es teatro, pero se parece; con actores sin libreto; con partidos sin liderazgo y líderes sin partido o exhumados del remoto pasado; con un binomio oficialista que se brincó por la ventana al ruedo electoral. De que sea un laberinto, ni duda cabe. Está a la vista el zafarrancho.
Ya están en plena campaña. Se mueven y se agitan como las larvas en la ciénaga. Sueñan con un curul, y con la jugosa dieta mensual por sólo cabecear en el asiento o levantar la mano. El candidato si no es nada, si apenas sabe leer y escribir, mejor todavía; tiene los requisitos ideales para ser honorable. “Bolivia es el dichoso país donde la ociosidad se paga y la mediocridad se premia”. Eso dijo, hace un siglo, el más reconocido escritor boliviano del siglo XX, Carlos Medinaceli.
Lo que va de esta fecha a octubre, al tenebroso octubre, es un camino llano, de bajada. Todo ya está definido. Ya no hay nada importante que hacer. El binomio chuto está habilitado, “legalmente”. La oposición ha ingresado al escenario apócrifo sin un gesto de rebelión; no podía tener mejor aliada el oficialismo. Las “elecciones” primarias, donde no se eligió a nadie, ni siquiera el oficialismo eligió a su binomio, fue una trampa magistral. El tribunal “bombero” está listo para apoyar a sus mandantes. ¡Qué más! Sólo falta que el electorado nacional actúe en las urnas. Los unos y los otros lo ven con susceptibilidad. Para él son las mentiras en la campaña.
El 4 de diciembre de 2018, después de ignorar la voluntad del soberano se tiró al canasto, Constitución y todo, la democracia. Los autores no saben o fingen no saber que una autoridad, cuando se aparta de la ley, deja de ser autoridad, y que en democracia no hay tampoco el prorroguismo indefinido; se trata simplemente de una dictadura. Al decir de la presidenta de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, Amparo Carvajal, existe en Bolivia una “dictadura de guante blanco”, aquella que ejerce el poder omnímodo con sagacidad y astucia, pero sin dejar de ser dictadura.
Los comités cívicos, los ciudadanos y las plataformas parece que vuelven a las calles; pero no hay una cabeza visible; esta es la desgracia. La situación es parecida a la de 1825, que selló de mala forma nuestro destino. Fue un movimiento de tropas sin capitán. Se entregaron los laureles de 15 años de guerra a quienes no dispararon por la independencia ni un solo tiro. A la llegada de ellos, el ejército realista ya estaba vencido.
Las elecciones de octubre estarán signadas por la nulidad, con algunas sorpresas inesperadas; quizá la del senador potosino no sea la última. Por lo visto, la carga se va arreglando en el camino. Pero la meta desafiante sigue siendo la unidad. Y si de todas maneras se realiza, por sus características no será para elegir a nadie; será de aceptación o de rechazo, entre la democracia y la dictadura. En la práctica se parecerá más a un plebiscito. El electorado nacional, al que Atila y sus huestes lo creen tonto, en el voto expresará su decisión.
El autor es ciudadano de la república
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS