Gobiernos y pañales se deben cambiar por la misma razón
El Gobierno se aplazó cuando perdió el referéndum del 21 de febrero de 2016. Los aplazados se desquitaron con la velocidad del rayo cuando se dieron cuenta que la incuestionable seriedad de un referéndum perdido se puede borrar mediante trampas capaces de anular ese resultado y, además, garantizar que nunca más se perderá ninguna elección.
Es bien sabido que una campaña electoral exitosa debe contar con al menos cuatro factores: 1) un liderazgo ampliamente reconocido, 2) una organización nacional bien estructurada, 3) recursos económicos correctamente administrados, 4) un programa de gobierno capaz de atraer a la mayoría del electorado. Existen además dos importantísimos factores de éxito electoral que son menos reconocidos: 5) capacidad de hacer política en serio y 6) capacidad de hacer trampas políticas, como, por ejemplo, asegurarse de que el organismo electoral le sea favorable.
Estos seis factores se aplican tanto a los que aspiran a la Presidencia y Vicepresidencia como a los que apuntan a controlar la Asamblea.
Con toda la maquinaria y el presupuesto del Gobierno a su favor, los oficialistas dejan atrás al principal opositor. Como si eso fuera poco, todos los opositores excepto el puntero Carlos Mesa contribuyen al éxito de la fórmula Evo-Álvaro, de dos maneras decisivas. Primero, dividen el voto opositor, con lo que logran aumentar la probabilidad de que Evo y Álvaro ganen en la primera vuelta. Y, segundo, a sabiendas o atontados por su vanidad personal, facilitan que el MAS obtenga dos tercios en la Asamblea. Ninguno de ellos puede negar que están ayudando a perpetuar una dictadura disfrazada de democracia.
Cuando el No ganó al Sí por una diferencia de 136.382 votos en el referéndum, el Gobierno intentó anular ese resultado mediante la falacia de que había perdido porque “el imperio” difundió la “falsa noticia” de que el presidente Evo Morales tuvo un hijo con una joven que había obtenido un contrato por alrededor de 600 millones de dólares para la empresa china donde ostentaba un alto cargo, sin tener ninguna calificación para ello.
Nunca se dio una explicación convincente de por qué el presidente Evo Morales firmó un certificado de nacimiento de un supuesto hijo suyo con Gabriela Zapata, nombrado con admirable fervor revolucionario como “Ernesto Fidel Morales Zapata.” Tampoco se explicó por qué la señorita Zapata atendía sus asuntos desde el despacho de la Primera Dama. El Gobierno se aseguró de que no apareciera este hijo y de que Gabriela no abriera más la boca metiéndola a la cárcel en condiciones más cómodas y, tal vez, mejor remuneradas que el resto de las reclusas.
Al comprobar el maravilloso efecto distractivo de este cuento chino, los estrategas del Gobierno montaron rápidamente el siguiente decálogo de trampas y mentiras:
1.- Promulgar una Ley de Organizaciones Políticas amañada y adelantada para obligar a los partidos opositores a inscribir sus candidatos de una manera prematura y dispersa, evitando que negocien acuerdos y pactos unitarios que toman mucho tiempo y cuidado.
2.- Desactivar a las incipientes plataformas ciudadanas para que diluyan su activismo en medio de las campañas electorales y desistan de su campaña Bolivia dijo No.
3.- Manipular descaradamente el organismo electoral para garantizar un árbitro totalmente parcializado en favor de los candidatos oficiales.
4.- Cooptar al Secretario General de la OEA, Luis Almagro, para que en una visita oficial se pronuncie solapadamente a favor de los candidatos oficiales.
5.- Declarar que la humillante derrota de La Haya fue un gran triunfo porque esa Corte reconoció que Bolivia nació con una costa marítima.
6.- Anunciar que somos el corazón energético de América del Sur gracias a casi agotados excedentes de gas supuestamente obtenidos por los gobiernos del MAS.
7.- Declarar que la lucha contra la corrupción y el narcotráfico son políticas exitosas del Gobierno a pesar de múltiples indicios de protección a esta actividad.
8.- Señalar que la reforma de la justicia es una prioridad del Gobierno cuando se nombran y manipulan jueces y fiscales para perseguir opositores.
9.- Autocongratularse de que hay plena democracia y libertad, cuando se compran o intimidan medios de comunicación y se controlan todos los poderes del Estado.
10.- Levantar las banderas del indigenismo y el socialismo cuando cuatro gatos que no hablan ninguna lengua nativa se benefician de un capitalismo estatal aliado al privado.
Ante esta muralla de trampas y mentiras, la proliferación de candidatos opositores que solo apuntan a meter unos pocos diputados al Parlamento no hará otra cosa que ayudar a que esos cuatro gatos obtengan los dos tercios en la Asamblea, sigan controlando todos los poderes del Estado y se hagan dueños y señores de una sociedad sometida por un tiempo indefinido a sus designios.
Si no queremos seguir viviendo en medio de tanta suciedad es hora de que los ciudadanos de a pie aprendamos a cambiar pañales.
El autor practica análisis de ideas
www.walterguevaraanaya.com
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