Lecciones de la elección argentina
A medida que el transcurso de los días va despejando las secuelas que dejó en Argentina el batacazo que la alianza peronista Frente de Todos propinó a la fórmula oficialista Juntos por el Cambio, las iniciales reacciones de sorpresa y desconcierto se van despejando. Y en su lugar, poco a poco se abren paso las reflexiones más mesuradas, los análisis menos contaminados por los apasionamientos y, sobre todo, o por lo menos es lo que cabe esperar, por la consciencia sobre la enormidad del desafío que las urnas pusieron sobre las espaldas de los vencidos y de los vencedores.
Durante los próximos días abundarán, sin duda, las reacciones de los protagonistas de la actividad económica, política y social argentina. Y también las de otros gobiernos y organismos internacionales que tendrán que hacer ajustes a sus respectivas posiciones ante el nuevo escenario que se proyecta ante el inminente retorno del kirchnerismo al poder.
Mientras tanto, vale la pena observar de cerca los aspectos más visibles de lo ocurrido. Entre los que se destaca lo sorpresivo de los resultados y, por consiguiente, el papelón hecho por las empresas encuestadoras.
No es que la derrota del oficialismo no haya sido prevista. Todas, sin excepción lo hicieron, pero ninguna se aproximó siquiera a prever una diferencia de más de 15 puntos porcentuales. Todas se quedaron cortas.
Por eso, punto más, punto menos, todas las empresas encuestadoras salieron del cómputo oficial casi tan maltrechas como el macrismo. Su descrédito llegó al nivel más bajo por lo que, de ahora en adelante, no habrá quien tome en serio los datos que publiquen. Lo que indirectamente daña también a los medios de comunicación. Las encuestas han quedado neutralizadas como factor influyente en la formación de corrientes de opinión pública, dato relevante si se considera que en Argentina, como en casi todo el mundo, llegaron a ser protagonistas de las contiendas electorales, con todas las cualidades y defectos que eso supone.
Muy ligado a lo anterior está el fracaso de quienes desde ayer son despectivamente calificados como “vendedores de humo”, los consultores que venden sus servicios bajo el rótulo de “expertos en marketing electoral”. Una vez más se puso en evidencia lo lejos que están las técnicas publicitarias de ocupar el lugar que corresponde a la sagacidad política.
Como es bien sabido, las experiencias ajenas pueden ser tan aleccionadoras como las propias si se tiene buena disposición para atenderlas. Razón más que suficiente para observar de cerca, y tratar de comprender, lo que está pasando en Argentina.