Groserías
Con regularidad de pesadilla, todos los años es lo mismo. Todos los años se sabe que por agosto Bolivia será devastada por el fuego. Entonces, ¿no es una grosería que no exista una mínima política pública preventiva, una escasa manifestación de institucionalidad que haga frente y, en lo posible, evite desastres anunciados? ¿O será que, en el fondo, se “tolera” estos incendios porque los reales propósitos buscan asolar bosques para reemplazarlos por aquello que engorde a usureros de la tierra?
Unas semanas atrás, con palabras de júbilo de (adivinen), ganaderos, soyeros, cocaleros, se refrendó el Decreto Supremo 3973, autorizando desmontes y “quema controlada” en Santa Cruz y Beni. En un país en el que las leyes se transgreden constantemente, ¿acaso no es una grosería aprobar un decreto con tales características? ¿Qué desmonte racional y “quemas controladas” pueden generarse en un contexto de institucionalidad enclenque, de cultura política viciada y donde continúan haciendo y deshaciendo el corrupto, el plutócrata, el mañudo, el vivillo?
Y he ahí la primera consecuencia de la mentada medida: En la Chiquitanía, trasfondo de uno de los ecosistemas más sorprendentes de la región, casi medio millón de hectáreas de bosques, pastizales y cultivos fueron arrasadas por llamas, claramente, intencionadas. ¿Si eso no es una calamidad, una verdadera catástrofe, qué lo es? ¿No es una grosería que esto ocurra en las narices de un Estado que perora su “refundación” y que se vende internacionalmente como “defensor” de la Pachamama?
Por añadidura, sólo faltaba el esperanzador panorama político que aumenta podrida leña a esa hoguera malsana. ¿No es el colmo de la grosería que mientras se padece uno de los incendios más desastrosos de la historia del país, las autoridades se encontraran en plena y demagógica campaña política? ¿Cómo es dable que al tiempo que casi medio millón de hectáreas se calcinaban, los que administran los recursos y bienes públicos se hallaran, muy sonrientes, posando para las fotitos de la campaña?
Bolivia nunca se ha particularizado por una institucionalidad sólida. Pero lo que últimamente sucede aparenta rebasar los peores escenarios, por lo menos en lo que respecta a esta imperfecta democracia. Por ejemplo, ¿no es una grosería que autoridades, algunos docentes y estudiantes de una universidad pública y autónoma, usaran la institución para beneplácito de la politiquería? ¿No se constituyeron lo suficientemente dolorosas las luchas que implicaron la autonomía universitaria? ¿Hay algo más infame que colocar la producción de conocimiento al servicio del poder? ¡Y el mencionado show acaecía cuando medio país se quemaba! ¿No es espeluznante metáfora?
Hoy es 21 de agosto, se recuerdan 48 años del golpe militar que encumbró a la primera dictadura sudamericana enmarcada en la Doctrina de Seguridad Nacional de la década de 1970. Ese régimen autoritario fue promovido y auspiciado por la burguesía agroindustrial cruceña y beniana. En el meollo de un festín sanguinario de despotismo, conservadurismo, racismo y corrupción, esos sectores se catapultaron como expresión de lo más reaccionario de Bolivia. Paradójico y grosero que hoy, cuando se supone que aprendimos las lecciones de la historia y lleva la batuta el “socialismo del siglo XXI”, ellos nos sigan gobernando.
La autora es socióloga.
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