Jugando con fuego (Fe de ratas)
De tanto jugar y jugar con fuego durante 14 años se te fue la inmunidad, excelentísimo señor presidente Evo Morales Ayma.
Se te fue la gloria, la verdad, el concepto de unidad y respeto. Ahora, te encuentras preso de tus propias lenguas de fuego, las que atizaste con paciencia y dedicación durante casi tres lustros en los que ensayaste para llegar al punto en el que te encuentras ahora. A ese que Dante Alighieri, tan condenatorio e inexorable, llama el purgatorio. En tu divina comedia, ya no existe más el paraíso terrestre porque, aun estando en la cima, acabaste con él: alteraste su esencia sagrada, su vitalidad y su naturaleza.
¡De tanto jugar con fuego, te has quemado! Y se ha quemado también la conciencia, el porvenir, la ética y la moral. ¡Ya nada sorprende!
En Bolivia no hay tragedia: todo se vuelve afrenta, injuria, ultraje.
¡Doy fe de ratas!
Tu gobierno está envuelto en el humo lastimero de la Chiquitania que gime de dolor y se declara en vigilia permanente por tanta muerte. Los fantasmas son muchos, vuelan al derredor de las conciencias y por sobre las cabezas de los culpables. El lugar de sus apariciones está fijado. El 20 de octubre cantarán las aves sacrificadas, los animales chamuscados se levantarán para recordar su inmortalidad, los árboles agitarán sus ramas, los bosques dejarán oír sus vientos lastimeros y nosotros, los que presenciamos con horror los fuegos fatuos de la muerte y de la inverosimilitud, también asumiremos la convicción de votar por el nunca MAS.
Es que ya son suficientes incendios los que fueron producidos por las manos del poder y de la ilegitimidad. Convirtieron en cenizas la justicia y la verdad. Los ataques arteros con dados cargados fueron y siguen siendo una dinamita lenta que pudre y arrasa.
Entre las cenizas de más de un millón de hectáreas de bosques, árboles y animales quemados, también tienen que estar amontonados tus 14 años de gobierno. Reducidos a polvo de vejación, a restos que huelen a despropósitos, corrupción y afrenta a la madre naturaleza.
Y así, entre borracheras de poder, dinero y ambiciones. Los pecados capitales se tienen que pagar. El purgatorio ha llamado a la puerta de tu casa grande y se cobrará la ilegitimidad de gobernar obedeciendo al llunk’erio y a las elites de poder que pulverizaron la cordura y la ética. Tu gobierno se ha convertido en una agencia gestora de intereses públicos y privados. En una empresa en la que el principal socio lleva látigo y botas. Un señor feudal que subasta lo que no le pertenece, un capitalista con avión privado, lujos, plumas y lentejuelas.
Los incendios en la Chiquitania son el símbolo más infernal y trágico de cómo se han venido manejando los destinos de este país. En ellos están reflejadas las manos negras de la deshonra, de los mercaderes que negocian, bajo la mesa, el presente y el futuro de sus habitantes. Juegan sobre las espaldas tiesas de los bolivianos. Transan sin parpadear. Pagan para seguir engordando sus papadas y sus bolsillos sin fondo.
¡A esto hemos llegado!
A respirar aires de “luyidos vientos” que ventean sobre las conciencias diminutas de los que balbucean el concepto de patria. ¿La patria está en venta? ¡Pasen, vean y compren, qué hermosas tolderías. Todo está en oferta!
En este mundo mondo, el purgatorio pide la cabeza de los Bolsonaro, de los Trump, de los Evo. En este mundo, que paulatinamente deja de ser mágico, ya no importa el olor a naturaleza, a vegetación, a justicia, a libertad y a vida. Los sordos, por encargo, dejaron de escuchar el trino de los pájaros y las voces del pueblo. El lamento de la justicia se hace eterno.
Cuando el agua ha empezado a hervir, decía Nelson Mandela, apagar el fuego ya no sirve de nada.
Para tu gobierno y los que te obedecen, la Madre Tierra se ha convertido en la madrastra a la que hay que domar y doblegar a fuerza de golpes y, como es el caso, con fuego infernal.
¡Doy fe de esas ratas!
La máxima borgeana sentencia: “El tiempo no rehace lo que perdemos, la eternidad lo guarda para la gloria y también para el fuego”.
(…) “¡Oh desecadores de lagos, dice un fragmento del ensayo, Palinodia del polvo, de Alfonso Reyes, taladores de bosques! ¡Cercenadores de pulmones, rompedores de espejos mágicos! Y cuando las montañas de andesita se vengan abajo, en el derrumbe paulatino del circo que nos guarece y ampara, veréis cómo, sorbido en el negro embudo giratorio, tromba de basura, nuestro valle mismo desaparece. Cansado el desierto de la injuria de las ciudades; cansado de la planta humana, que urbaniza por donde pasa, apretando el polvo contra el suelo; cansado de esperar por siglos de siglos. (…) Venganza y venganza del polvo. Planeta condenado al desierto, la onda musulmana de la tolvanera se apercibe a barrer tus rastros”. (…)
Yo vivo en la región menos transparente del aire. Una región en donde día a día el polvo de muerte esculpe monstruos de 100 cabezas. Una región en donde las manos gigantescas de esos monstruos pudren la vida. Es una región en la que el futuro es una gigantesca muralla que no permite pasar, en ella nos estrellamos minuto a minuto, otros, más osados, mueren en el intento.
La región menos transparente, es esa en la que siempre resucitan los fuegos fatuos. Tiene como gobierno a los inservibles, a los mediocres, a los que vomitan mierda en el día y fuego en la noche. Son antropófagos, se comen a sus habitantes y, con ellos, a sus sueños, a sus esperanzas y a sus alegrías.
¡Doy fe de ratas!
Han pasado más de 25 días de fuego, desolación y catástrofe y la declaración de “desastre nacional” suena hueco, a eco perdido.
La agitada respiración de los cientos de voluntarios que arriesgan su vida se confunde con los efectos nocivos del humo que enferma. Animales carbonizados, árboles de toda la vida y ecosistemas reducidos a cenizas se han convertido en almas en pena que deambulan clamando justicia.
Esos valerosos bomberos, voluntarios y guardaparques a prueba de fuego, te demostraron en 20 o 25 días de incendios, Presidente, que tú y tu gobierno apenas balbucean humanidad, efectividad y voluntad. Agotan sus esfuerzos y queman sus semblantes para salvar nada. El fuego se lleva todo. Mas no el deseo de seguir luchando contra un enemigo encargado, encomendado para diezmar más de un millón de hectáreas de biodiversidad.
Dotados con poco o casi nada de seguridad personal, se enfrentan a las gigantescas lenguas de fuego, permanecen en los lugares afectados con el mismo empeño con el que comenzaron. Mientras tú, cómo no, ingresas a escena con cámaras y fotógrafos intentando parecer buen tipo, tratando de apagar no sé qué. Sudando el pudor, transpirando la culpa. Similar a esos personajes de pacotilla, de La comedia humana de Balzac, que irremediablemente tienen que enfrentar las adversidades con la más absoluta torpeza y haciendo el ridículo, vas trastabillando tus pasos que te conducen a la nada. ¿A tu reino de fantasía? Así como en el libro La Historia interminable, de Michael Ende, este país debe ser renombrado. Alguien debe darle una nueva identidad y un nuevo horizonte para salvarlo de la nada.
El autor es comunicador social
Columnas de RUDDY ORELLANA V.