El incendio hizo perder el libreto
Nadie en su sano juicio podría querer que sigan los incendios en la Chiquitania y continúe el sacrificio de bomberos, militares, voluntarios, apoyo internacional, comunidades chiquitanas, pobladores de la zona, habitantes de Bolivia.
Cuando el mundo está preocupado, en serio, por lo que está ocurriendo en varios lugares de la tierra por el cambio climático, aparece el fuego en vastas extensiones de la Amazonía y sus alrededores, poniendo en riesgo parte del agua y el oxígeno que necesita el planeta. Tampoco es momento para regodearse con los errores cometidos por la improvisación que nos ha llevado a la situación extrema que estamos viviendo.
Sin embargo, la evolución de los acontecimientos –agotadas las fuerzas físicas, realizados los trabajos de mitigación y terminado gran parte del material combustible– hace necesario analizar las razones que nos llevaron a esta situación, para no volver a incurrir en ella. Además, toda esta historia ha debilitado aún más la hegemonía moral del Gobierno. Los voceros gubernamentales no terminan de administrar las evidencias de los actores en los territorios, a los que no les alcanzan las declaraciones oficiales, desmentidas por las evidencias registradas con un celular, y que ofrecen una información distinta.
La pregunta fundamental parte de la génesis del conflicto, ¿qué hicieron las autoridades durante el periodo previo a llegar a las 500.000 hectáreas incendiadas? A partir de ese momento, el Gobierno intentó incorporar la hipótesis del calentamiento global como razón de lo que ocurría.
Hasta ahora nadie tiene claras la razones de porqué el Gobierno, porfiadamente, se resistió a declarar la emergencia, el desastre, la búsqueda oportuna de cooperación internacional. Se dijo que teníamos la capacidad para enfrentar todo, que el Estado no estaba desbordado económica ni técnicamente y por ello, no era necesaria la declaración de desastre; se atribuyó el pedido de demanda de ayuda internacional a una acción de la derecha para descalificar al Gobierno. Inclusive se ensayaron algunas acciones, en ese momento, con la denuncia que el incendio habría sido forzado desde la oposición, sin mucho éxito por la evidencia en sentido contrario.
Y, de pronto, cambió el discurso señalando que no se hacía necesaria una declaratoria de emergencia porque ya existía un decreto aprobado, en febrero, para las inundaciones. Ese decreto, en su artículo 1 decía que, “(...) tiene por objeto declarar Situación de Emergencia Nacional”, estableciéndose inmediatamente la materia y contenido exclusivo en su artículo 2, y siguientes, al señalar que se declaraba la emergencia “por la presencia de fenómenos climáticos adversos, provocando inundaciones, desbordes, riadas, deslizamientos, granizadas, calamidad pública, entre otros, en diferentes regiones del territorio nacional”.
Como se ve, era una situación diametralmente opuesta a la que sufre la Chiquitania. ¿Qué descontrol en la narrativa llevó a estas contradicciones?
Sin embargo, la resiliencia enseña que este es un momento de oportunidad mundial para la Chiquitania. El incendio del bosque seco y su incorporación al fuego existente en la amazonía, ha posesionado nuestra tragedia en la prensa internacional. Chiquitos existe en el pensamiento y la geografía del mundo. Cuando llegue la lluvia y pase la emergencia, el verde volverá y la reconstrucción será sobre la cultura viva chiquitana, la revalorización de su gente, el turismo en la mejor de sus capacidades. ¡Esta es una de las bases para recuperar la esperanza!
El autor es director de innovación del Cepad
Columnas de CARLOS HUGO MOLINA