Números pesados
Leemos, escuchamos, o nos enteramos por los informativos, que en Bolivia tenemos más de 34 hospitales de tercer nivel. O que en 13 años de gestión, la Administradora Boliviana de Carreteras (ABC) construyó 5.389 km de carreteras nuevas, o que la inversión en proyectos deportivos fue de Bs 3.389 millones en coliseos, piscinas y canchas de fútbol.
Estos números, dan cuenta de cantidades, pero no de calidades. Porque, ¿de qué sirve tener cientos de canchas de fútbol, si es que Bolivia es, en Latinoamérica, el país que presenta más embarazos adolescentes, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas?
O que, de acuerdo con un reporte reciente de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), Bolivia es la nación donde más mujeres son asesinadas en Sudamérica.
Inclusive estos dos últimos datos, así como se leen, son pesados. Al igual que los dos millones de hectáreas rostizadas en la Chiquitania.
Nos pesa en la conciencia cada mujer que es asesinada y ahora renombrada bajo la categoría de feminicidio. Nos arde la moral al saber de los millones de animales masacrados en la gigantesca hoguera que parece no tener fin y nos deja inermes frente a esos datos estadísticos.
Entonces surgen las preguntas de rigor. Especialmente una de ellas ¿para qué han servido los miles de kilómetros asfaltados, las canchas de fútbol, los coliseos, el satélite, o los volúmenes de gas exportados? La respuesta inmediata será que los dólares que llegaron al país sirvieron para generar riqueza y luego redistribuirla a todos los bolivianos, por medio de obras.
Sin embargo el crecimiento no es para afuera, sino para adentro, porque habida cuenta el crecimiento espiritual, intelectual y ético, el país ha ido de mal en peor.
Poco importa la calidad de textos que se lee en una unidad educativa, sino la cantidad de texto que se repite de memoria en un examen. Se pondera la exactitud de la repetición y se castiga la creatividad.
No importa la ingente cantidad de educación sexual que se intenta suministrar, porque siguen existiendo directoras de colegio que se escandalizan al sorprender a sus estudiantes mirando pornografía, en lugar de usar esa curiosidad, surgida en el/la adolescente, para propiciar un buen debate.
Y como este aparecen muchos más ejemplos. Importa más el asfalto, la vereda cementada que los árboles. Por eso es que el incendio termina por sernos indiferente. Los bomberos voluntarios muertos nos hacen derramar una lágrima y luego saboreamos un exquisito churrasco, compadeciendo a los familiares.
Va siendo el momento de revisarnos por dentro. Para comprobar nuestros índices de crecimiento personal. No de la cantidad de dinero que tenemos en la billetera, sino de la cantidad de valores que tenemos.
La autora es magíster en comunicación empresarial y periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER