Anatomía de un suicidio político
Se ha generado un estado de incertidumbre política a raíz de la huelga indefinida propuesta por los comités cívicos "hasta que Morales decline su candidatura". El análisis actual del contexto sociopolítico del país obliga a prever cuáles son los escenarios a los que nos enfrentamos antes de las elecciones:
1° Escenario, que la Corte Internacional de Derechos Humanos falle contra la postulación de Morales, ante lo cual es previsible que el régimen ponga objeciones para no cumplir el fallo. Su incumplimiento ¿justificara pasar a la rebelión civil para evitar su repostulación?
2° Escenario, que la huelga general indefinida tenga éxito y que Morales renuncie. El TSE se vería obligado a postergar las elecciones.
3° Escenario, que la CIDH no se pronuncie oportunamente, lo que significará el apaciguamiento del 21F y Morales se sentirá autorizado a enfatizar el fraude electoral.
4° Escenario, que la huelga indefinida fracase, lo que es fácil vaticinar por la falta de apoyo de los empresarios privados. Hay que rendirse ante esta evidencia; además, la humillación fortalecería a Morales.
Debemos interpretar correctamente el estado de ánimo de la sociedad y no confundir los tiempos políticos: sabemos que el sentir mayoritario no fija como prioritario las elecciones, sino la defensa del 21F, pero el dilema ético de los bolivianos es: si conviene perder el 21F en aras de lograr el objetivo mayor mediante el voto, o persistir en la huelga indefinida induciendo a Morales a pretextar la postergación de las elecciones y prolongar su despotismo.
Luego, sería paradójico que en lugar de cumplir el objetivo de derrotar a Morales, le diéramos las armas para permanecer en el poder. Es preferible confiar en que las urnas repudien, con memoria histórica, la tragedia Chiquitana y la usurpación del voto del 21F, que embarcarse en un acto condenado a naufragar estrepitosamente.
El desafío es mantener vivo el repudio general a la tragedia Chiquitana frente a la persistencia del régimen en distraer la atención pública. El imperativo ético y el imperativo digno es votar contra Morales por causar tanto daño y dolor. O ¿quedará alguien con fe en su régimen? ¿Habrá bolivianos que revoquen su voto del 21F? o ¿seguirán votando por una médiocrité supérieure? ¿No sería reír sobre las ruinas de la Chiquitanía? ¿No era posible debatir y concertar con la sociedad una metodología de distribución de tierras como política pública?
Para salvar nuestra democracia de sí misma y frente a esta conspiración premeditada, debemos convertir las elecciones en un plebiscito contra Morales. Los bolivianos conscientes ¡votaremos!, es el único momento que tenemos cada cinco años para hacer valer la soberanía y para elegir otra Bolivia posible.
Los comités cívicos han asumido un riesgo innecesario que todavía están a tiempo de evitar y lo peor que nos puede pasar es resignarnos a perder.
El autor es abogado constitucionalista
torresarmas1@hotmail.com
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