Ya no quiero ser como el “buena leche”
¿Por qué nos presentamos hoy con ese título? Porque muy a pesar de haberlo estado intentando durante los últimos tiempos, aunque con cierta intermitencia lo admito, ya no puedo evitar no estar podrido con el “proceso de cambio” y sucesos concomitantes.
Media Amazonía ya se ha quemado y otro tanto se sigue incendiado en Bolivia, en medio de aquello, muy pronto concurriremos a las urnas para elegir al Presidente y a los legisladores, y, sin embargo, el pueblo ignora la realidad de la industria gasífera, de cuya producción para exportar depende la estabilidad del modo de vida al que nos hemos acostumbrado desde la supuesta tercera “nacionalización” de los hidrocarburos.
Además, la justicia nunca ha funcionado tan mal como ahora en el país. Hay un viejo adagio que versa: “nunca confíes en el amigo peruano, en la mujer chilena y en la justicia boliviana” ¿Lo ha oído antes? Seguro que sí, al parecer, es otra herencia de la Guerra del Pacífico (1879-1883).
Y su sentido, ¿será cierto? Veamos. Más allá de los prejuicios sexistas y xenófobos implícitos en dicho adagio, porque vamos, no hay modo de probar que la mujer chilena sea sexualmente más apetitosa que la boliviana o la peruana; a lo sumo, aquello podría reflejar el carácter más liberal y flexible de la sociedad chilena en cuanto a las estructuras patriarcales que regulan sus relaciones de género.
Pero no ocurre lo mismo con el caso de la amistad peruana y de la justicia boliviana. Quiero decir que no cabe justificar el presunto carácter desleal y perverso del uno y de la otra, respectivamente, interpelando a propiedades encomiables de ambas formaciones sociedades, como en el caso chileno.
¿Es el amigo peruano desleal? Primero, hay que aclarar que, con la pregunta, no pretendo referirme a personas, sino más bien al Estado. De ese modo, y previa aclaración, la respuesta, al menos en lo que concierne a Bolivia, sería afirmativa. Ningún gobierno peruano apoyó la reivindicación marítima de Bolivia durante las coyunturas de apertura chilena frente a nuestra demanda de acceso soberano al mar. Al contrario, en esos casos, el Perú sólo apareció para exigir compensaciones a Bolivia a cambio de una posible cesión de territorios chilenos a Bolivia que antes de la guerra hubieron sido suyos.
Según tengo entendido, la única conducta diplomática decente que el Perú tuvo con nosotros fue disimulando la internación de armas por su territorio para nuestro ejército durante la Guerra del Chaco. De cualquier modo, Inglaterra no tiene amigos, tiene intereses, ya decía Benjamin Disraeli, el ministro de la reina Victoria a fines del siglo XIX ¿Por qué los gobiernos peruanos deberían ser distintos? Y recalco, los gobiernos, porque panegíricos peruanos los hay muchos y me consta: el dentista de mis críos, por ejemplo.
Bien, ha llegado nuestro turno, hablemos de la justicia boliviana ¿En qué país del mundo occidental una corte suprema electoral desconoce los resultados de un referéndum vinculante?, ¿dónde, como aquí, la justicia condiciona el tratamiento de un hecho delictivo al cobro de pagos ilegales a la víctima del crimen?, ¿dónde, como aquí, las absoluciones de un crimen se pueden adquirir en los tribunales como, en los tiempos de Lutero, se adquirían en el Vaticano parcelas, pero ahora ilegalmente, a diferencia de aquellos tiempos?, ¡Dios nos libre de nuestra justicia!
Y por último, os advierto para que toméis previsiones: las perspectivas futuras de la industria gasífera en el país no lucen muy bien, o sea, se vienen las vacas flacas.
El autor es economista
llamadecristal@hotmail.com
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