Andinocentrismo e incendios en Bolivia
Dice la Fundación Amigos de la Naturaleza, ONG que ciertamente no tiene mucho en común con la hipócrita protección de Evo Morales a la Pachamama, que “los bosques de las tierras bajas de Santa Cruz, Beni, La Paz y Pando cubren aproximadamente el 76% del área forestal de Bolivia; un 18% se encuentra en Chuquisaca y Tarija, y el 6% restante en los valles cercanos a Cochabamba”.
En mi libro de Metete, que otros verían como de Petete, las cifras son sesgadas. Los bosques de La Paz y Pando fueron escamoteados del Territorio de Colonias luego de que la sede de gobierno –cueva también de los “ínclitos padrastros” de la Patria en el Congreso– vendiera el Acre a Brasil, tal vez como antes rifaron el Litoral a Chile. Los bosques de Chuquisaca y Tarija son retazos del Chaco Boreal perdido en guerra a Paraguay. Ahora ni figura el trópico de Cochabamba, que en mapas cochalas llega cerca de Trinidad. Tal vez porque la republiqueta independiente cocalera del Chapare ya infectó el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis): ¿acaso alguien respingó por el llamado Polígono Siete de “originarios” cocaleros ilegales y la carretera asesina y sobrevaluada que los brasileños llaman la “Transcocaleira”?
Lo dicho reafirma que la Bolivia regida desde La Paz es andinocentrista. La tragedia medioambiental en la Chiquitania aumentó de 500.000 hectáreas incendiadas, a más de dos millones, y suma y sigue. Es una de las tres regiones forestales tropicales de Bolivia. La amazónica todavía no corre peligro, quizá por sus abundantes ríos y lagunas. Sin embargo, sea por los incendios provocados o por infausta tala y quema de árboles, hoy los incendios amenazan zonas protegidas de la tercera región boscosa del país, la chaqueña (o lo que queda de ella después de las tarascadas de Brasil y Paraguay. La cuarta es la Andina, que podría quemar yaretas o cocina con deyecciones secas de sus auquénidos; pero pareciera que su gente prefiere contrabandear en su región, o invadir tierras protegidas en el oriente del país.
En efecto, la tormenta de fuego de la Chiquitania fue guerra avisada por los refucilos de invasores altiplánicos; por ellos me enteré de que Tupac Amaru, Juan Evo y María Ayma (apellido materno de Morales) habían sido cambas. Como debe ser Pary, canciller que no sé qué vela toca en este entierro, pero reitera que “Bolivia tiene la capacidad económica, técnica y humana” para atender la tragedia chiquitana. ¿Entonces, para qué es la ayuda de 15 países para apagar llamas chiquitanas, la mayoría quizá provocadas? Bolivia puede aportar con 93 vehículos, 40 cisternas, 25 ambulancias, 19 aviones y 5.535 expertos, voluntarios, bomberos, soldados y policías; también malgastó casi millones de bolivianos en publicidad, tal vez para ocultar las dos semanas que tardaron en atender los pedidos de socorro en la Chiquitania.
Tal vez el Gobierno respalda las amenazas de que “las denuncias deben ser debidamente sustentadas para no difamar”. Imaginen a un pobre camba enfrentando a todo el Estado Plurinacional. Que suplique nomás por ayuda la bombera voluntaria en la Chiquitania.
Todo apunta al Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), ya acusado de legalizar asentamientos en el Parque Tunari de Cochabamba por encima de la cota fijada por ley. Registran más de 100 denuncias por tráfico de tierras, corrupción, incumplimiento de deberes y dotación irregular de asentamientos en una entidad estatal en crisis que ha tenido seis directores interinos en cinco años. El INRA quizá obedece disciplinadamente al dedito autócrata de un gobernante que resiste declarar desastre nacional a la quema del bosque chiquitano y la piromanía delincuencial en Bolivia.
Porque la madre del cordero es Evo Morales, mandamás prorroguista y atropellador de la voluntad de la mayoría en el referendo del 21F, cuyos “chupatetillas” volvieron al discurso racista y divisionista: “originarios” versus “blancoides”. Se ordenó el alquiler de un avión SuperTanker en vez de privarse de lujos suntuosos vendiendo el avión presidencial: tal vez el cordero tiene algún otro tumor corrupto por ahí. Su Vice, maestro de diplomas falsos, dice que “hay que salvar Bolivia” después de los desmanes en Santa Cruz, olvidando que sus huestes amenazaban con sitiar la ciudad. ¿Metieron a la cárcel a traficantes de tierras para los cocaleros en el infame Polígono Siete del Tipnis?
Muerto el burro, tranca al corral, he repetido varias veces. Ahora el dictador en ciernes sugiere comprar un SuperTanker y su Canciller propone un centro internacional de desastres. Serán otros elefantes blancos, como los vacíos edificios millonarios de alguna fantasía “evista”. ¿Será que se plegarán Brasil, Perú, Argentina, Paraguay y algún ingenuo país europeo con plata?
¿Será que en las espaldas bolivianas se pueden sembrar nabos?
El autor es antropólogo
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