Clases medias en Santa Cruz, frente al anacronismo

La extensión de los incendios en la Chiquitanía ha develado en la sociedad cruceña una dinámica política que no se había manifestado nunca en la dimensión de la que somos testigos hoy. En una entrevista de Maggy Talavera a un joven docente universitario, éste señalaba, como parte de esa dinámica, el anacronismo de algunos actores cruceños que aún debaten en los términos de la disputa por las regalías de los años 50 y de la confrontación, en ese entonces, de sus elites contra el MNR, lo que derivó en una mayor legitimidad de la FSB en la región durante varias décadas.

En la entrevista, señalaba como expresión de este anacronismo a las juventudes cruceñas en estado de apronte, con palos y bates, esperando a la marcha organizada por el MAS para la toma de la Gobernación y de rotondas en la ciudad. Pero, adicionalmente, el entrevistado alertaba sobre el hecho de que los dirigentes del comité cívico no se movilizaran para contener estos aprontes que, según éstos, sólo estaban expresando la “bronca” de la juventud cruceña frente lo que desde este comité se intenta posicionar como la contradicción principal en la región: el odio a Santa Cruz.

La hipótesis del entrevistado era que en el fondo, a lo que está asistiendo la población cruceña era a un artificio en el que está comprometido el comité cívico o, al menos, una gran parte del mismo. Ese artificio tendría como foco de atención el conflicto regional, con agregados racistas, que buscarían generar las condiciones para que el MAS y la dirección cívica se beneficien, alentando ambos un clima de confrontación que elimine los aspectos que realmente están en juego en la región. En otras palabras, ni el MAS ni la dirección del comité cívico están interesados en que se ponga en evidencia que el problema de fondo de los incendios de la Chiquitanía involucra tanto a los intereses económicos de la agroindustria cruceña, como a los intereses políticos del MAS, confluyendo ambos en una sola dinámica de arreglos de interés que, dicho con moderación, nos ha dejado estupefactos.

Por eso, pensar que entre el MAS y el comité cívico hay contradicciones es engañoso: ambos están actuando en la puesta en escena de un conflicto regional y racista, sobre el que habría un acuerdo implícito.

Ahora bien, señalado eso, lo que ni el Comité Cívico cruceño ni el MAS esperaban era que en la sociedad cruceña se hubiera develado un tercero en conflicto: sus clases medias, aquellas en las que históricamente se ha asentado la construcción de la nación en la historia moderna.

Son estas clases medias, aparentemente más homogéneas que las de La Paz, las que están dando cuenta de esta trama, de las ficciones que trae consigo y de sus previsibles resultados. Por eso, con gran conocimiento de causa, político y técnico, se desmarcan del discurso regionalista, adquieren voz propia, se llaman a sí mismos bolivianos, invocan la no violencia, se adscriben a la democracia y se sensibilizan con los pueblos indígenas de la Chiquitania que, junto con el entorno natural, son las víctimas directas del incesante fuego. Jóvenes como el entrevistado son representativos de esta clase media hoy movilizada, boliviana por excelencia.

Tan importante como ello, es que las clases medias cruceñas, junto a sus jóvenes, se hayan convertido, por eso, en aquella voz a través de la que, sin que pese interés alguno, sino el de la nación boliviana, se esté forjando el concepto más cabal del drama que está sucediendo en la Chiquitanía, a partir de la noción de bien público, en este caso sustentando la idea de que los bosques son patrimonio de todos los bolivianos.

Por eso, son más universalistas que las elites cruceñas que, mal que les pese, están atrapadas en un provincialismo incapaz de dejar lado el discurso lastimero de la “región menospreciada”, al mismo tiempo que se reproducen a costa del patrimonio nacional, muchas veces sin escrúpulos y, hoy por hoy, con el apoyo de sus supuestos contrincantes.

Aún sin dirección política, las clases medias de Santa Cruz, que aman el terruño que los cobija, como nosotros nuestras montañas, intuyen que su papel es liderar al país, sin los complejos del supuesto “segundo hijo” de la nación. En el contexto actual, el mayor desafío que tienen (tenemos), es enfrentar ese monstruo de dos cabezas que, más allá de la Chiquitanía, también quisiera incendiar el país.

La autora es parte del Centro de Promoción de la Mujer Gregoria Apaza