¡Por fin parió la burra!
El 17 de septiembre de 2019, el periódico Los Tiempos de Cochabamba publicó una nota sobre la OAS, abreviatura que en inglés es la misma de la Organización de Estados Americanos (OEA). Se refiere a la constructora brasileña OAS, ya desenmascarada en el soborno y posterior pena de cárcel a Lula da Silva, entonces presidente de Brasil, de un lujoso apartamento en Guarulhos, la playa de Santos, que no solo había sido el gigantesco puerto de São Paulo; además, podía remodelarlo a su gusto, quizá con fondos de OAS.
¡Por fin parió la burra!, pensé, usando una expresión rural del alivio que siente un agricultor cuando la pollina da a luz y su leche se añadirá a su abnegada utilidad. En agosto 2018 publiqué un libro, El jacarandá y la hiedra, dando cuenta del calvario de mi amigo José María Bakovic, primer institucionalizador del entonces Servicio Nacional de Caminos (SNC). En su alocución presidencial en 2006, Evo Morales le condenó sin derecho a la defensa.
Poco después viajé a Santa Cruz de la Sierra. Me alojé en el lujoso hotel Casa Blanca, merced a la generosidad de un amigo que utilizaba una habitación con dos camas de su hermano ausente. Acosado por el insomnio, bajaba al restaurante y más de una vez observé en un rinconcito a Cotapati, que entonces se rumoreaba que era la querida de Evo Morales, conocido mujeriego y madrugador. Sin embargo, la mezcla de sexo presidencial y la zancadilla a su jefe en el SNC, José María Bakovic, era mucha dosis del poder político que enfrentó mi amigo hasta su muerte. La saña vengativa también podía afectarme.
Dios me perdone y confieso que por medroso usé pseudónimos, temeroso de represalias. A mis 75 añitos poco me importa: seguiré pecando y volveré a usarlos, un ápice más atrevido tal vez, apoyándome en alias de los notorios emails, aún injustificados, que ventilaban “coimisiones”, neologismo que junta coima y comisión, en la repartija corrupta en construir caminos en Bolivia. Evo era Herodes, Salomé será Cotapati, y Alvarín, bueno, un impostor sospechoso. Quisiera haber tenido unos 100.000 verdes y premiar a los que resolvieran el “Corruptograma” inserto en el libro: tal vez mejorarían sus magras ventas.
En varias columnas he resaltado la “isla de la fantasía” que parecía Bolivia en el ventarrón del escándalo Odebrecht y sus tentáculos corruptos en varios países sudamericanos. Faltaba nomás, el enano gritando “¡el avión!”, que en este caso sería “¡la Lava Jato!” y yo el pequeñín. La comisión que organizó el gobierno de Evo Morales, sugestivamente, tenía atribuciones investigativas hasta el año 2005, antes de su larga gestión.
Ahora, un exmandamás de OAS reflotó el tema y poco importa que reduzca su condena mediante la “delación premiada” de la Operación Lava Jato. Lo sugerí, la Odebrecht era mucho bocado para un país pobre como el nuestro, y los contratos fueron encargados a una constructora de segunda línea, la OAS, que también corcoveó pero le prometieron otras obras. ¿Quiénes?, pues Evo y Lula, declaró. No eran poca cosa. La OAS “heredó” la Potosí-Tarija de la ineficiente Queiroz Galvão: 180 millones de dólares que subieron a 226 (sobreprecio de 46 millones); y la carretera Potosí-Uyuni.
La cereza del pastel de la OAS en Bolivia fue la sobrevaluada Villa Tunari-San Ignacio de Moxos: 436 millones de dólares. Aparte de ser la carretera más cara del país, calculaban un sobreprecio pactado de 170 millones de dólares. En su segundo tramo, atravesaba como lanzazo mortal el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis). Este área protegida ya había sido invadida por cocaleros ilegales en el llamado Polígono Siete, que por ceca o por meca legitimó Evo Morales, también presidente de ese gremio. A la fecha, su terquedad autócrata ha insistido en construir dos puentes, a pesar de la resistencia indígena (total, eran de las “tierras bajas”, cambas). Y el llamado “Mariscal de Chaparina” (lugar donde apalearon a la marcha indígena), es el embajador boliviano en las Naciones Unidas.
La concesión favorecida a la OAS ascendió a casi los 1.000 millones de dólares que Lula había “muñequeado” en el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bndes), el BID brasileño, con destino a los arreglos con Bolivia. Quizá se le fue la mano a la OAS: pidió mucho por la doble vía Oruro-La Paz, que abortó; tampoco le surtió redondear al millardo con “milloncitos” las Rurrenabaque-Riberalta y El Choro-Porvenir.
Todo el tejemaneje ocurrió durante la larga gestión de Evo Morales. En 2008, la delegación boliviana, presidida por “Alvarín” y Cotapati, quizá negoció en Brasil los términos del acuerdo binacional en beneficio de la OAS. Sostengo que el “proceso de cambio” masista fue un relevo de rateros, quizá más pillos y avezados que los políticos precedentes. Conocida la amnesia colectiva para los abusos, ¿será que en las espaldas bolivianas se pueden sembrar nabos?
El autor es antropólogo
win1943@gmail.com
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