Mucho ruido y poca política
Si algo creo que se tomaron muy en serio nuestros políticos en esta campaña electoral es el actuar obedeciendo a su pueblo (sus convencidos). Creo que se equivocan, no se trata de eso sino de ofrecer liderazgo y claridad de mensaje en la búsqueda de la representación política.
Tampoco se trata de andar por la vida siendo el reactivo más destacado de la clase política, por si acaso reaccionar es distinto que responder, porque lo primero sólo alcanza para un titular en una nota de prensa cuya esperanza de vida es lo mismo que un tuit en las redes.
Menos aún se trata de que quienes están en los equipos políticos compitiendo se dediquen a pedir que el resto de sus allegados más cercanos, o sus simpatizantes, les entreguen una “prueba de amor leal” mediante la defensa cerrada de todo lo que digan, como si de un tabú se tratara el hecho de observar comportamientos que no van por la ruta del supuesto éxito electoral.
Pero la factura no es solamente de los políticos, el excesivo ruido que oímos últimamente tiene también que ver con la gente en general, por ejemplo, dedicados como estamos a compartir y recompartir las saetas que la candidata a “vice” de BDN habría incrustado en los lomos de los novillos “vices” de los otros dos partidos en un, hasta ahora, inédito debate.
A estas alturas ya es muy necesario que se diga que deberíamos comenzar a pensar seriamente en la transición política que queremos tener, en un escenario donde los partidos políticos siguen arrinconados como canales de transmisión de demandas e intereses, y con organizaciones sociales fuertemente cuestionadas o debilitadas en el mismo rol de representación de intereses. En adelante, después del 20-O un tema vital será ese.
Sin embargo, lo que se observa es que hay mucha resonancia alrededor de encuestas que reafirman las convicciones de cada quien y atacan las que van contra lo que se desea ver. Como si se agitara un avispero, salimos a hacer ruido en nuestros muros de las redes sociales que, para los efectos de los tiempos que corren, los consideramos como nuestras tablas de salvación divina; es decir, cada uno, cuando escribe en redes algo público, lo hace pensándose a sí mismo como el Moisés actualizado con mandamientos.
El ruido que presenciamos en el escenario electoral tiene poco de política, entendida ésta como la búsqueda del poder, porque todo lo que resuena se encuentra más próximo a una sociedad que prioriza el juego electoral como si de un reality se trataría: Mientras una organización política, que lleva gobernando el país hace tiempo, sigue jugando en serio a la política, los demás no sólo ya han perdido la posibilidad de unirse en un bloque para ganar, sino sus estrategias e intereses van desde lo banal hasta la intención de continuar con las acciones del actual gobierno; es decir, no han sido capaces de cambiar la escenografía del teatro electoral y proponernos otra obra.
No podemos condenarnos a seguir en un proceso electoral cuyo sello particular es el ruido emotivo que busca escandalizar todo o que se empeña por reproducir el menú de banalidades que los políticos nos ofrecen; ya lo decía alguien antes, una opinión pública fuerte se construye –antes que pensando en los grandes debates racionales democráticos– en saber diferenciar lo que es basura informativa de lo que es verdadero e importante de ver.
El autor es politólogo y docente universitario
Columnas de MARCELO AREQUIPA AZURDUY