Testimonios desde la Felcv
En los últimos meses, el Gobierno ha anunciado varias medidas contra los feminicidios, ese mal tan cruel que está golpeando al país, y a días del 11 de octubre, Día de la Mujer Boliviana, es posible que escuchemos más propuestas.
El oficialismo ha creado una comisión para investigar y agilizar principalmente los procesos judiciales contra los feminicidas en los que las familias de las víctimas sufren demasiado por las dilaciones, las extorsiones, las coimas, los favorecimientos y más.
Está bien que se tomen medidas, urge, pero no hay planteamientos, o si hay son pocos, para prevenir las muertes. Uno de los puntos que hay que atacar es la atención de las denuncias de maltrato en la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (Felcv).
Entre los testimonios recogidos de mujeres que han pisado las oficinas de la Felcv hay casos en los que las víctimas prefieren irse sin hacer nada.
Una de estas personas relata que después de mucho pensarlo se animó a denunciar a su pareja por agresiones constantes. Con los brazos llenos de moretes y golpes en las piernas y la cabeza, llegó hasta las oficinas de la Felcv en la calle Baptista, temerosa.
Era un sábado por la mañana y en la oficina estaban cuatro uniformados, cuenta. Todos comían papas fritas y ninguno de ellos dejó de hacerlo para atenderla. Uno de ellos le dijo que en sábado no había fiscal y que debía ir hasta las oficinas de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (Felcc) en la laguna Alalay para conseguir la orden forense. La frialdad hizo que ella saliera del lugar peor que cuando llegó. Finalmente, volvió a su casa.
Otra víctima, con un ojo morado y golpes y heridas en los brazos, tomó valor y entró a la Felcv tras permanecer sentada afuera en una grada por una media hora. Era un día laboral y aproximadamente las 21:00. El único policía que estaba en el lugar le dijo que era tarde y que debía ir a la EPI Norte. ¿Por qué la oficina seguía abierta si no atenderían?
Estos son solo dos testimonios. ¿Qué pasó con ambas? ¿Volvieron donde su agresor? ¿Hasta cuándo? Prevenir es la única forma de no llorar por más vidas perdidas.
Jefa de redacción Los Tiempos.
Columnas de María Julia Osorio M.