La importancia de la reducción de la desigualdad
“El pobre es pobre porque quiere”, una frase repetida comúnmente y que de manera superficial refleja que para que una persona pueda desarrollarse depende de ella misma y su esfuerzo; pensamiento coloquial que puede servir para lograr la voluntad de enfrentar los obstáculos que se presenten en un emprendimiento o en la vida misma pero que no refleja en absoluto el hecho de que cada persona empieza la carrera en diferentes posiciones, algunos más aventajados que otros.
Una carrera justa implicaría que todos inicien desde el mismo punto de partida y las diferencias deriven únicamente de las características y habilidades naturales de cada uno, el mérito propio podría funcionar en este escenario; sin embargo, cuando se traslada este punto de vista a hechos más concretos, en una economía por ejemplo, es evidente que existen factores estructurales que determinan quien empieza con ventaja o no, más allá de las habilidades propias; es decir, que existe la desigualdad y que dependiendo cómo se afronte este problema, puede profundizarse o reducirse.
Es precisamente la definición del tipo de modelo económico que determina cómo se comportará la desigualdad, siendo que la acumulación capitalista tiende a, como su nombre lo indica, acumular o concentrar el ingreso en las pocas personas dueñas de ese capital, adueñándose también de las ventajas, en desmedro de una gran parte de la población que comparativamente empieza a acumular desventajas, truncando la movilidad social positiva, factor clave para el crecimiento económico.
La medida más común para medir la desigualdad refiere al Índice de Gini, aplicada a la distribución de ingresos en una economía, siendo el valor 0 la mayor igualdad y 1 la desigualdad total.
Es sumamente interesante que para el caso boliviano, se ha registrado en los últimos años la reducción más fuerte de la desigualdad en términos del Índice de Gini, pasando de 0.60 en 2005 a 0.46 en 2017, siendo Bolivia, el país de la región que más redujo la desigualdad y de forma acelerada.
Y precisamente, fue el Estado desde la implementación de un Modelo Económico Social Comunitario Productivo, quien asume que el crecimiento estable y sostenido del producto debe basarse en la reducción de la desigualdad a través de la redistribución del ingreso con medidas como el incremento del Salario Mínimo Nacional, transferencias monetarias condicionadas a la permanencia escolar (Bono Juancito Pinto), o al control y seguimiento en la mujer embarazada y los infantes (Bono Juana Azurduy), o las rentas no contributivas a los adultos mayores (Renta Dignidad), medidas que también propiciaron una significativa disminución de la pobreza.
Ahí radica la importancia de la reducción en brechas de desigualdad y pobreza en el marco de un modelo estatal redistributivo, porque permiten alcanzar el objetivo de igualdad de oportunidades; toda vez que rescatan a la población de las desventajas estructurales propias de un sistema capitalista; promoviendo el mejoramiento en los estratos sociales (movilidad social), aspecto que se ha dado también en el país de manera masiva en los últimos trece años, siendo que más de tres millones de personas ingresaron al estrato de ingresos medios de la economía fortaleciendo su capacidad de consumo y ahorro.
En definitiva, es fundamental mantener las políticas redistributivas orientadas a la reducción de la desigualdad que, ligada a la estabilidad económica, permitieron a la población mejorar su calidad de vida pudiendo concentrarse en el desarrollo personal, profesional, artístico, dando paso a la innovación; en vez de preocuparse por simplemente subsistir.
El autor es economista
Columnas de JOSÉ FERNANDO SIÑANI