Miserias burocráticas, toma II
Como todos los ciudadanos de este país, interesados en sus problemas sociales, lo saben, históricamente los partidos que nos han gobernado, viéndose de cara a una nueva elección de los poderes ejecutivo y legislativo, y apuntando a mantenerse en el poder, si bien no necesariamente encabezados por el mismo jefe, han echado mano sin ningún pudor a los recursos públicos como instrumentos de sus campañas electorales.
Aquello no debe sorprendernos. En nuestro país, los diversos ejecutivos o cabezas de sector de las instituciones públicas, usualmente también acostumbran a echar mano a los recursos bajo su cargo, o tuición y, por supuesto sin remordimiento alguno, para la realización de fines ajenos a la visión y misión de la institución que comandan, o sea vanidades y/o ambiciones personales, como sí estos –los recursos públicos–, fuesen de su propiedad personal.
¿A qué nos referimos con recursos? Tanto a los medios de trabajo, al capital e instalaciones, como al propio personal, y mayormente a estos últimos, dado que en el país los medios de trabajo disponibles en las oficinas y agencias de la burocracia pública, son escuetos: falta de todo (ambientes adecuados de trabajo, escritorios, computadoras, etc.).
Pero, en cambio, siempre hay ¡funcionarios públicos!, dependientes, ganapanes, subalternos, en fin, lambiscones y “llunkus” apiñados en los pasillos y corredores y, no menos, en los sótanos fríos, húmedos y oscuros de la institución, a quienes manipular mediante la coacción y amenazas de despido, e incluso, castigos físicos, como suele ocurrir en nuestras fuerzas armadas.
¿Acaso, aquellas viejas prácticas de oficiales y suboficiales de alta jerarquía, consistentes en, por ejemplo, colocar a los conscriptos a trabajar como albañiles para la construcción de sus viviendas particulares, o como peones al servicio de sus negocios propios, en vez de a recibir instrucción militar, o servir a la patria como peones del desarrollo, pero a la patria, no a ellos, haciendo cualquier otra cosa, han desaparecido en el interior de nuestras fuerzas armadas durante los últimos años?
Volvamos a la cuestión electoral, subrayando que lo hacemos en el marco del análisis científico, no del coyuntural-electoral. Sin duda, en tiempos de campaña, un recurso seguro y gratis para hacer las campañas, son los propios funcionarios que ingresaron a la administración pública con ese gobierno; no obstante, no caben dudas sobre una cosa: son las promesas de “pegas” a los hambrientos de “pegas”, porque también lo sabemos, el hambre de pegas es sólo otro reflejo del hambre real, lo que mejor funciona buscando captar militantes para que trabajen haciendo campaña electoral.
¡Venid, haced campaña, sacrificaos por la causa y por el jefazo y obtendréis una pega! Sí, es necesario movilizar a la gente para ganar las próximas elecciones, pero los funcionarios de antes, los que ya vienen saboreando las pegas desde hace uno o dos gobiernos, e incluso algunos tres, ya no se mueven igual en las campañas… es decir, con ese entusiasmo típico del hambriento de pegas…
Y para peor, luego de tres gobiernos seguidos, ya casi no quedan funcionarios “viejos” (quiero decir, anteriores al año 2005) entre las instituciones públicas para sacarlos y cambiarlos por algún u otro afortunado de aquel creciente ejército de hambrientos de pegas ¿Qué hacer? Pues cantar: “la cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar, porque le falta, porque no tiene, más pegas para repartir”.
El autor es economista.
llamadecristal@hotmail.com
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