Un manzano negro
Breves. Sigilosos. Haciendo de lo que no se puede fagocitar, un motivo. Un zoom a la memoria, eso es Consumación del silencio el libro de poemas de Iván Decker que se presentó en la Feria Internacional del Libro Cochabamba 2019. En esta sucesión de versos, la palabra será el médium del proceso evocador, un vasto territorio donde se retiene lo efímero. Y pese a la fugacidad que tiene, persiste una esperanza vitalista que procura extraer todos los dulzores de ese territorio, es la seducción del lenguaje es la memoria de esa península perdida que fue la niñez. Este libro contiene mapas de navegación, el primero de este poemario es Sur, en él hay paisaje presagio del fuego, el deambular de aquel que “llora en cada cosa”. Brumas, es el segundo mapa, los poemas versan sobre fantasmas que se procuran un lugar de aparición, así Decker confiesa: Los muertos/habitan el silencio/la música del río…
El tercer mapa es Pintura ciega, donde la figuración icónica trasciende la superficie de lo inmediato, la poesía visual es territorio de palabras táctiles. He ahí el oficio del verdadero poeta, donde el lenguaje se convierte en bisagra entre un presente y un pasado. En este paisaje se retiene con afán la primera provincia, esa donde somos la cabeza que una madre acaricia frente al fuego, donde se puede escuchar el milagro del canto de los grillos y la vida misma se despliega como una promesa. Su toque distintivo son las superposiciones de imágenes, se cuida todo con esmero, se observa todo puntillosamente. Asistimos entonces, a la asunción definitiva de la memoria, a su conquista.
Estos tres mapas hacen la Consumación del silencio, donde la mirada se construye desde el ojo, la piel, el tacto y el olfato, conscientes de que lo que nos rodea nos aísla pero también nos conecta, desde este páramo la poesía es el fósforo que puede incendiar lo cotidiano.
Decker ha retornado de su propio y arquetípico viaje del héroe, de un fluir ancestral, para contarnos una historia hecha de aquello que tiene el mundo real y el onírico. Una parábola del camino, un recuento de las imágenes eternas, ese paso de encuentro con la sombra.
El proceso escritural de este poemario nos recuerda que el verdadero acto transgresor, del que habla Georges Bataille, es revelar nuestra escondida intimidad, donde somos hermanos en la herida, exponiendo nuestras batallas diarias, la fragilidad de nuestro andamio, lo inesperado que tiene la memoria cuando abre su cofre.
Es también la construcción de un territorio poblado de viento, un manzano negro, un hombre que pinta cristos azules, el canto de una lechuza, palomas que vuelven de otros huertos, el olor a cedrón y donde la soledad es el gran espejo que muestra el cuerpo del mundo, el cuerpo del poeta. Decker reafirma en esta entrega, la imagen de un niño corriendo al borde del escenario, una mudez que amordaza de pronto a los pájaros, una noche que se avecina, un pecho abierto esperando la culminación del silencio y, sobre todo, es capaz de abrir una ventana que creíamos cerrada para siempre.
La autora es escritora
Columnas de CECILIA ROMERO