Algunas consideraciones sobre “Joker”
La música es buena, algunas imágenes también y la actuación sobresaliente, sin embargo, considero que la película es de contenido pobre y sus efectos en la comunidad de espectadores son previsiblemente desastrosos. Veremos por qué.
Los prejuicios que se despliegan en el film sobre la salud mental, la locura o enfermedad mental son abrumadores y negativos, performativos y autocumplidores.
En el contenido de la película se despliega una dicotomía abusiva entre las concepciones sobre el “sano” y el “enfermo mental”, entre los usuarios de los servicios psiquiátricos y los no usuarios. La narración hace una pequeña biografía, al modo de un currículum abreviado, de la carrera del loco. Inicialmente describe y establece maltratos en la infancia, luego reseña el medio ambiente familiar marcado por las internaciones psiquiátricas de la madre. En fin, documenta el bullying en la calle y en el ámbito de trabajo. También abunda en datos del subempleo y de la pobreza, además remarca el recorte de los servicios públicos como otra variación del maltrato institucional. En el medio esboza el mal consejo de alguno próximos y, de pronto,… ¡zas!, el protagonista, triste y un poco solitario, se convierte en un asesino esquizofrénico, maniaco, paranoico, en suma, un enfermo modo irremediable y crónico.
En el guión, el señalamiento empieza por el encasillamiento. El film define el carácter bizarro del protagonista con algunas tomas que expresan un monólogo interior. Y, de un instante a otro, los espectadores tenemos de modo masivo la misma imagen que se repite en los noticieros del periodismo mal informado y en las malas películas de crónica roja de siempre.
El loco es el peligro, es el enemigo interno, lo siniestro. Las escenas sangrientas, crueles, crudas y sin sentido aparecen en toda la pantalla, la visión es masiva e invasora. De hecho, nos sentimos obligados a aceptar que en nuestro fuero interno sabíamos que el protagonista de risa automática era un desquiciado, por tanto lo vimos peligroso desde el inicio, el final solo puede confirmarlo.
Pienso que el film es una mala broma sobre la condición humana, sobre las diferencias psicológicas, sociales y neurológicas del ser humano. El infame difamado es el desquiciado peligroso. Se trata de una profecia autocumplidora. Es también la realización en la pantalla de un pequeño discursito performativo, es decir, es el desarrollo de ciertas palabras y la exposición de determinadas imágenes que en su despliegue se cumplen y transforman la realidad descrita. El engaño de fondo consiste en que mientras la describen la transforman negativamente.
De hecho, la película refuerza los viejos temores a la locura, pero, sobre todo, se pierde en una especie de discriminación radical contra el loco. A éste sólo falta encerrarlo y castigarlo hasta el fin de sus días y protegerlo de sí mismo y de los demás. Como resultado previsto, nos deja un poco más cínicos que antes en nuestras visiones sobre la miseria del mundo. En fin, se trata de otra payasada del cine comercial, por lo menos en lo que respecta al contenido.
El autor es psicoanalista
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