De la acción colectiva a la histeria colectiva
PEDRO A. BADRAN
El día después de las elecciones generales 2019, se desencadenó una histeria colectiva en la ciudadanía en torno a la sombra del fraude que cubre el proceso electoral más importante, por lo menos de la última década.
Siguiendo el mandato surgido del seno de los cabildos departamentales, de desconocer los resultados de las elecciones en caso de que gane Evo Morales en primera vuelta y atizados por las declaraciones triunfales del primer mandatario, el domingo en la noche centenares de ciudadanos autoconvocados se movilizaron en diferentes ciudades del país.
Morales salió a decirse victorioso confiado en los votos del campo que, según su discurso daba a entender, estaban incluidos en ese más o menos 17% que faltaba por escrutar, alegando que los votos de las comunidades más alejadas de Bolivia, históricamente han representado parte del voto duro del MAS. Lo cual indispuso los festejos de Comunidad Ciudadana correlativos al discurso triunfal de Carlos Mesa, que brindaba por alcanzar la segunda vuelta electoral gracias a los resultados del TREP a poco más del 83% de actas escrutadas y también apoyado en los resultados de ViaCiencia, empresa encargada del conteo en boca de urna.
El día transcurrió con oleajes de información sobre supuestos actos que comprueban un masivo fraude electoral a nivel nacional: fotos, audios, videos, de todo tipo, veraces y falsos. Aquí cabe destacar la labor de los medios de comunicación en su versión digital, así como la loable labor que realiza Chequea Bolivia verificando la información que circula en las redes sociales.
Éste fenómeno no será momentáneo, estudios demuestran que las noticias falsas viajan mucho más rápido que una noticia verdadera e infinitamente más rápido que una rectificación de la falsedad. Es el escenario que algunos académicos denominan como la postverdad, donde la información es más importante que la verdad.
Aquí existe responsabilidad del OEP, por no dotar de indumentaria representativa, credenciales y demás distintivos que acrediten a las personas y los vehículos que transportaban las ánforas, tampoco difundieron masivamente el procedimiento que se sigue después de la votación y la colectividad no dudó en encontrar, en cada acontecimiento medianamente fuera de lo normal, la prueba del fraude electoral.
Lo peor de esto es que tienden a querer quemar o destruir el material interceptado, siendo, en todo caso, evidencia del supuesto delito que se está cometiendo, no escuchan explicaciones y, claro, los implicados no muestran ni el carnet de identidad para identificarse como funcionarios del OEP. El conteo rápido se detuvo a las 19:40 del domingo y se reactivó a eso de las 18:40 del lunes y el margen de diferencia entre Evo y Carlos se amplió hasta 9,35 puntos porcentuales, esto, al 95,37% de actas verificadas en conteo rápido.
Si bien los datos encajan dentro lo que se podía esperar estadísticamente, la frustración de la ciudadanía se mezcla con la susceptibilidad que levanta la desinformación y los numerosos casos sospechosos de fraude, y encuentra justificativo en los mandatos de los recientes cabildos y se moviliza, indignada, pues está convencida de que le están robando el voto.
Sabíamos que las elecciones estarían cerradas y que había posibilidades de un triunfo del MAS en primera vuelta, más por una dispersión del voto opositor entre ocho candidatos, que por una popularidad desmedida del Presidente. Entre las diferentes estadísticas siempre rondó la posibilidad de una segunda vuelta o de un triunfo de Evo, algunas mejor que otras.
Sin embargo, los numerosos casos de irregularidades y la mala comunicación del OEP han empujado a la ciudadanía a hacer vigilia en las puertas de los diferentes centros de cómputo en todo el país.
El autor es politólogo e investigador del Ceres
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