Piedras preciosas en el origen de Bolivia
Desear que tuviera 30 años menos es rasgo personal en tiempos de bloqueos y desobediencia civil. Hoy, los protagonistas son jóvenes, la mayoría quizá sin uso de razón al advenir la larga noche del despilfarro abusivo del Gobierno “originario” a guisa de “proceso de cambio”: tal vez ha sido un corregido y aumentado relevo de rateros. “Originario”, a su vez, es el curioso invento de algún impostor, que hace oriundos de Plutón a la mayoría de bolivianos. Entre ellos, esos a quienes hoy tratan de demonizar tildándolos de “la derecha”.
Me entretuve leyendo. Hilé hilos comunes en tres novelas de Jorge Amado: Capitanes de la arena, Jubiabá y Tienda de los Milagros. Migré a Tristán Marof. Digerí apenas su incompleta visión de nuestras revoluciones y guerras internacionales, y su sesgada opinión de algunos escritores. Me quedo con el “Chueco” Céspedes, pensé. Tal vez estaba triste porque no saborearé el “feijão de dona Vicentina” en el pagode do Vavá que exalta Paulinho da Vila, ni conoceré la vertiente primigenia de la cultura brasileña que es Salvador de Bahía.
Recalé en la sesuda obra Ni con Lima ni con Buenos Aires, de un tío mío del cual me siento orgulloso: José Luis Roca. Levanté las cejas con su capítulo: Señoríos aymaras, Imperio quechua y Charcas.
Una gema de la poco conocida génesis de nuestra patria, confirmó mi percepción respecto al mestizaje entre españoles (varones) y nobles indígenas (mujeres). Ratificó mi convicción de que los bolivianos somos mestizos, biológica o culturalmente. Remachó la ridiculez de la división actual del “gobierno del cambio” en “originarios” y “blancoides”. Es dudoso que puedan defender la noción de “originario”, porque todos somos oriundos de esta linda patria digna de mejor suerte en cuanto a sus gobernantes y a su clase política.
De igual manera, en el ropero de las familias de alcurnia, escarbando se encuentran pollera y tipoy. La primera quizá fue “acsu” antes de que se impusiera su origen español (también son de origen europeo la blusa bordada, la manta y el sombrero)
Perla fue que una bronca de conquistados tuvo que ver con que los conquistadores no aflojaron en reconocer fueros y privilegios de la clase dominante indígena, parecida a la europea. Ergo, había una clase dominante indígena. Pese a los reclamos, los peninsulares porfiaron en fichar a todos en una peyorativa categoría sociológica: “indios”.
Si la Encuesta del Conde de Canillas había sugerido “cómo funcionaba a fines del siglo XVII ese mundo de caciques, encomenderos, funcionarios coloniales, hacendados, indios yanaconas, mitayos y mingas, todos interactuando y conviviendo en ese ebullente mercado de trabajo establecido alrededor del Cerro Rico”, en la época del Virrey Toledo se reveló “la actuación dual de los caciques, quienes por una parte representaban a los indios (pues eran escogidos de entre ellos) y por otra actuaban como opresores de su propia gente…” Habría que preguntarse si hoy se mantiene, la desigual distinción entre clase dominante e indígenas “dominados”, en dirigentes campesinos, jefes sindicales cocaleros o caciques contrabandistas, etc. Si antaño eran los “tributos”, ¿pagarán impuestos hoy?
Otra joya fueron los diversos reinos de los dos “suyos” del imperio Inca, Kolla y Anti, que proveyeron la base territorial de Charcas, hoy Bolivia. En su origen la audiencia de Charcas fue algo más que Kollasuyo. Los grupos étnicos del lado oeste del Titicaca –kolla, pacaje, lupaca, cana, cancha, caranga y lupaca– y de la otra mitad –charca, caracara, soras, cuis, y chicha (y los uru y chipaya de lengua puquina) “estaban influenciados o dominados por los aymaras”. Un poco como la primacía que se pretendió imponer a Bolivia en el gobierno actual.
Interesante es que el Antisuyo, toda la inmensidad al lado este de los Andes, fue ignorado, tal vez para dar la razón a Thierry Saignes que siglos después escribirí sobre los Andes orientales y su olvido negligente. Si hay simplificación de occidentales tildándolos de “collas”, peor es el negar el conglomerado de gentes del Oriente al llamarlos “cambas”, sinónimo de cruceños. Además, flaco favor le hacen a chiriguanos, chiquitos y guarayos, etc., pueblos indígenas que también son del departamento de Santa Cruz.
Estos son tiempos borrascosos. Quizá los gobernantes politiqueros esconden sus tropelías corruptas, llegando al extremo de amenazar las ciudades con cercos campesinos, con tal de prorrogarse en el trono y tapujar sus abusos. Sin embargo, llega un momento en que la frustración de la gente hace incontenible la ira del pueblo.
Hay mucho por hacer en la investigación etnohistórica, de conocer las verdaderas raíces de la patria, antes de auspiciar reformas falaces en vez de reales cambios sociales que requiere Bolivia.
¿Será que en las espaldas bolivianas se pueden sembrar nabos?
El autor es antropólogo
win1943@gmail.com
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO