El futuro del Tunari es el futuro de la ciudad
Aunque cada vez hay más conciencia sobre el cuidado del agua, aún falta mucho para valorar en toda su dimensión la conexión que hay entre el líquido del que disponemos cada día, desde que abrimos el grifo por la mañana, con la supervivencia del Parque Nacional Tunari.
No sólo se trata de nuestro “pulmón” por sus bosques de kewiñas y plantaciones de pino y eucalipto, sino de una fuente de vida para la gran ciudad, que ahora se extiende desde Sacaba hasta más allá de Vinto con la denominada región metropolitana, porque de ahí proviene el 80 por ciento del agua que consumimos. Cada gota llega por vertientes, pozos, cuencas y represas.
Con toda el agua que baja del Tunari de 600 ríos, 380 lagunas y 1.000 bofedales se podrían llenar cinco represas como Misicuni, el embalse más grande de Bolivia, que puede acumular 88 millones de metros cúbicos, porque cada año provee de al menos 490 millones.
Sin embargo, esta área protegida está en permanente riesgo sin que se asuman acciones reales.
Este año, los incendios aumentaron luego de una pausa de tres años. En 2015, se quemaron 1.080 hectáreas; en 2016, 3.697; en 2017, 936, y en 2018, 77. Sin embargo, en 2019 se notó un repunte con 70 focos de calor y 1.400 hectáreas quemadas.
Y es que cada incendio no sólo es una herida para el Tunari, sino también para la metrópoli. Al igual que los aprestos para lotear los sitios quemados, la falta de planes para prevenir los focos de calor y el no comprender que el futuro de la región está ligado a este lugar. También se lastima al parque cuando se relegan las acciones para su cuidado porque la presión mediática está puesta en otro lado. Y así la historia se repite hasta que vuelva a aparecer la enorme columna de humo consumiendo este espacio vital.
La autora es periodista de Los Tiempos
Columnas de KATIUSKA VÁSQUEZ