La indolencia como política de Estado
Mucha tinta ya ha corrido sobre la lectura del momento que estamos viviendo. Es insoslayable reflexionar sobre la misma. En este caso, y aunque suene a cantaleta, quiero centrarme en la actitud insensible de este gobierno y su conductor, remitiéndome a algunos episodios cruentos y tristes vividos en el país.
La valoración del ser humano tendría que traspasar fronteras raciales, de clase, de género, etarias, religiosas, etc. y ésta residiría en el respeto a la persona por el simple hecho de constituirse en ser humano. Al parecer, esta constatación tan básica es transgredida cotidianamente, y es más peligrosa si la vulnera un gobierno. Vayamos a los ejemplos concretos.
Seguro les suena esta sentencia “a partir de este momento todos aquellos elementos que contravengan al decreto ley tienen que andar con su testamento bajo el brazo”. Sí, es una frase del más alto criminal de los 80, Arce Gómez, brazo derecho de Luis García Meza. Casi cuatro décadas después, en el contexto de movilización e indignación nacional, de manera similar, uno de los acólitos del Gobierno, en un medio de comunicación, salió a amenazar a las mamás.
Sostuvo una mirada amenazadora dirigiéndose fijamente a las cámaras y anunció: “no sé cuántas madres están dispuestas a sacrificar a sus hijos, a ver que se muera tu hijo de 18 o 20 años... Porque no piensen, se los digo de frente a la cámara, no piensen que nos vamos a quedar con los brazos cruzados”. Esas fueron sus palabras y en pocas horas este gobierno, lo cumplió: Mario Salvatierra y Marcelo Terrazas fueron asesinados en los enfrentamientos de Montero, y el joven Pablo Villarroel quedó en estado crítico en la ciudad de Cochabamba. ¿En qué cabeza cabe esta estrategia de confrontación? Sólo en la de personas indolentes que han perdido el cable a tierra.
La ciudadanía organizada llamó a la movilización pacífica y resistencia, en pos de defender nuestro voto. ¿Con qué nos respondieron?: “cercaremos la ciudad, a ver si aguantan sin alimentos”, “les cortaremos el agua”, “les enseñaremos a hacer verdaderos bloqueos”. El señor Evo Morales azuzó la violencia. Los mineros, entraron con dinamita (y las instituciones respectivas brillaron por su ausencia ante este hecho), armó a sus bases, era obvio que en cualquier momento se darían los decesos, solo era cuestión de horas, ya sea en Montero, Quillacollo, en la ciudad de Cochabamba, en la plaza Murillo, o cualquier otro punto del país. ¿Qué actitud mostró usted señor Presidente? Insensibilidad total, pues inmediatamente después de la muerte de dos ciudadanos, pidió un cuarto intermedio a las movilizaciones, el justificativo fue que hace dos semanas no había partidos de fútbol.
En fin, todo esto sumado al encarcelamiento de dirigentes como Franclin Gutiérrez, por ser opositor, la represión brutal a la marcha de los indígenas en Chaparina, no haber recibido a la marcha de personas con discapacidad y más bien reprimirlas, no haber declarado desastre nacional ante el incendio de la Chiquitania, son solo ejemplos de insensibilidad total que se expande por todas las cabezas de este gobierno.
Al parecer la indolencia, se ha convertido en la política de Estado, pues ha perdido la capacidad básica de sentir y de ser empático. Y al parecer, el pueblo boliviano movilizado en las calles se ha cansado de la indolencia de este gobierno que además de insensible es cínico, corrupto y fraudulento.
La autora es socióloga y antropóloga
Columnas de GABRIELA CANEDO VÁSQUEZ