Andate a Santa Cruz
El pasado martes, a la llegada del líder cívico cruceño al aeropuerto de La Paz, pudimos ver en vivo y en directo todas las taras mentales que se suponía habían desaparecido, o por lo menos disminuido, con el proceso de cambio. Hemos asistido, impotentes, a la flagrante violación del derecho constitucional a la libre locomoción, el desconocimiento del derecho de una persona boliviana a ingresar a otra ciudad libremente como lo señala la Constitución y, sorpresa, a la exacerbación de la discriminación que se impuso no solo al líder cívico, sino a todas aquellas personas que eran cruceñas o tenían la cédula de identidad emitida en Santa Cruz y que habían llegado al aeropuerto de El Alto y querían salir de este.
Recordemos que discriminar es tratar con inferioridad a personas o colectividades por causas raciales, religiosas, políticas o sociales y a su vez, racismo es una doctrina más política que científica, que afirma una superioridad mental, física, incluso estética de una raza sobre otras, con un alto contenido emocional que se convierte en una fobia contra una raza o contra todas las distintas a la propia. Es decir, es una forma particular de discriminación, ésta es el género y el racismo sería una de sus especies.
Hemos visto en vivo y en directo, el trato discriminatorio y humillante que personas enfurecidas y debidamente adoctrinadas, fuera de las instalaciones del aeropuerto, pusieron una barrera por la que debían pasar los pasajeros o las personas que estaban en el aeropuerto y de manera puntual y precisa a una persona que le preguntaron de dónde era y dijo cruceña, otra, con los gritos y apoyo de la multitud, le dijo textualmente “andate a Santa Cruz” y no le permitió el paso y, después, como corolario, a las personas que querían salir de ese cerco les pedían sus cédulas de identidad y si mostraban que eran cruceños o el documento había sido emitido en Santa Cruz no les permitían el paso.
Es natural la reacción, de rabia y de impotencia, de todos aquello que asistíamos la transmisión televisiva y, pasados unos momentos, me invadieron sentimientos de pena, al ver como después de casi un siglo y de los años del proceso de cambio, seguía parte del país dentro de los parámetros que reflejaba la literatura de Alcides Arguedas, ahora desde la vereda opuesta.
Lo que vimos el miércoles no eran diferencias de tipo social o económico, que son las que generan una discriminación por estas causas. Era una discriminación, imbuida de odio, por raza y por origen, que son los parámetros instruidos por las autoridades gubernamentales para conseguir tener barricadas humanas, sin importar la destrucción del sentido de pertenencia al país y, obligándo a volver a cerrar su mentalidad en los términos de comienzos del siglo pasado.
Podemos tener las mejores leyes para combatir el racismo y la discriminación, ser parte de todos los tratados y convenios internacionales sobre estos temas, pero no pasan de declaraciones teóricas que en la práctica terminan por ser incumplidas por aquellos mismos que están obligados a hacerlo.
Cómo explicar a los hijos y nietos que una persona llega al aeropuerto de El Alto y al salir le piden su documento de identidad (lo cual ya es ilegal e inaceptable) y si es de Santa Cruz, la multitud le grita “andate a Santa Cruz” que es como decirle “andate a tu país”. Que tristeza que se siente por el fracaso de años de lucha contra la discriminación y el racismo y todo queda en papeles, en la primera oportunidad donde se muestra la hilacha.
El autor es abogado
Columnas de FERNANDO RODRIGUEZ MENDOZA