Basta y pido su renuncia
VIRGINIA MOYANO
Veo con suma impotencia, a través de diversas redes, a ese señor de edad con la cara reventada mirando alrededor, aturdido. Veo a muchachos muy jóvenes caerle a palos entre varios a otro, los cuerpos de dos botados a la orilla de la calle, ensangrentados e inconscientes, y pregunto ¿qué pasó?
Durante 14 días la protesta era pacífica. La gente iba de un punto a otro a pie o en su bici, los niños jugaban absortos y hasta leí críticas por lo relajado de la legítima protesta. Sucedió que lo que funge de Gobierno se cansó de verse acorralado y sin necesidad del uso de la violencia. El puro pueblo en multitud sin distinción de colores, culturas ni banderas políticas, expresando su total repudio con estribillos, canciones y risas.
Sucedió que era necesaria la violencia para justificar ante la comunidad internacional un “golpe de Estado en ciernes” que hasta ese momento no era visible. Necesitaban sangre, golpes y muertos para poner luego caras de víctimas mientras declaran a la prensa con cara de buenitos y en tono delgadito que se está “defendiendo el voto del pueblo”.
Y surge la pregunta del millón: ¿quién les cree?
Por medios de comunicación y las maravillosas redes sociales, el mundo entero evidencia cada vez más el vergonzoso fraude. Los que fungen de Gobierno no contaron con la pericia de los profesionales bolivianos —sin color político— como tampoco con un pueblo organizado cuyas plataformas no los dejaron mentir. Y para coronar, el viejo truco del corte de luz usado y reusado por los tiranos que hoy hacen historia. ¡Cuánto horror y cuánta falacia! Ahora se rasgan las vestiduras incapaces de poner orden y hacer lo que cualquier Gobierno legítimo haría: suspender a todo el consejo electoral, proceder a la debida investigación, declarar viciados los comicios y declarar nula la elección. Pero, como mi santa abuelita decía, por la boca muere el pez.
Declaraciones cantinflescas, festejo del triunfo, amenazas contra la protesta que han subido de tono, dan sentencia. Hubo fraude.
La airada reacción de los miles de bolivianos ha sido algo que no esperaban. Tampoco el perdido apoyo de aquellos grupos sociales que en su momento los avalaron ni el de policías y militares que no van a ir contra su pueblo. La acostumbrada verborrea de improperios, de culpar a la “derecha” y el trillado argumento del “neoliberalismo” y el “imperio”, la caperucita roja violada por el lobo imperialista, caen en saco roto y ya nadie les hace caso. Entonces, para callar su sucia conciencia llaman a la OEA, esa misma que avaló su ilegítima candidatura, para que haga una “profunda” investigación convirtiéndose en arte y parte de esa investigación. ¡Vaya ética! Y, encima, los “investigadores” son los mismos que aparecen en el video del sarao festejando la unción de la ilegítima candidatura, bailando codo a codo con el Sr. Morales al son de las cuequitas.
Y vuelve a surgir la pregunta del millón: ¿quién les cree?
Columnas de Redacción Central