Medio en serio y medio en broma: la clase media busca un justo medio
La clase media está en revuelta en Chile y en Bolivia. El proletariado y el campesinado en el siglo XXI dejaron de ser actores de la política. Bolivia, que compartía con Paraguay un carácter de sociedad mayoritariamente rural, hasta finales del siglo pasado, hoy es un país demográficamente urbano. Internet y las infraestructuras físicas de comunicación terminaron con la ruralidad, en todo caso con la mentalidad rural. Desde Coroico o desde las pampas de Lipez, el productor de café o de quinua se comunica sin intermediarios directamente con su clientela en Múnich o en Ámsterdam. Quien niegue que el planeta es una aldea es simplemente un troglodita que carece de una cuenta en Facebook.
Pero volvamos: los jóvenes chilenos y los bolivianos son tan parecidos, como lo son los jóvenes europeos o norteamericanos que este año sacudieron la indiferencia climática siguiendo a Greta Thumberg y como lo son también los jóvenes de Hong Kong que no quieren someterse a los mandatos chinos. Son universitarios, colegiales, tienen cuentas en Instagram, Facebook, Youtube, por decir algo; traducen ideas y noticias, falsas y verdaderas, gracias a google-traductor. No siguen a un cantante de moda, porque ya no los hay; un muchacho escucha rap pesado japonés, pero a su novia le gusta música hindú y la escucha para relajarse. Los chilenos luchan contra el capitalismo a ultranza y los bolivianos contra un socialismo troglodita; la solución podría ser fácil, entre vecinos: los chilenos adoptan a Morales como presidente y lo truecan por Piñera; además se pone a prueba el sistema de intercambio que ama Pepe Mujica, cuyo ideario solipsista no es ejemplo para ninguno de los diecisiete hijos naturales de Aureliano Buendía, por allí en Macondo.
Pero no es esa la solución que sugerimos; pues, a mí me parece que los jóvenes chilenos y bolivianos lo que quieren es la libertad liberal y a la vez un Estado proteccionista: económica y socialmente. ¿Pero existe tal tipo de entelequia? Claro que sí, son estados occidentales, relativamente pequeños -demográficamente- y que si no dan envidia, causan admiración. Sus gentes son discretas, austeras en su riqueza y disciplinadas. Parece que en esos países hay solidaridad (no les aseguro), pero lo que es evidente es que existe una redistribución de la riqueza que se la obra con sentido común; es decir, alimentando bien al pueblo, educándolo, estimulando la innovación y la creatividad de las empresas y sobre todo la libertad de pensar. No cito ninguno de estos países, para no idealizar nada.
Y tampoco nos flagelemos, no creamos que no tenemos algo de esas características: los jóvenes bolivianos y chilenos lo demuestran de forma suficiente: son gentes ávidas de educación, son creativos, quieren libertad y se ofrecen generosos para mejorar lo que hay que mejorar. La solución es simple, en el fondo piden una reivindicación sencilla: que quienes los gobiernan cumplan con su palabra. Ese quizás es un justo medio.
El autor es escritor
Columnas de Alberto A. Zalles