Inadmisible tentación totalitaria
Si nos dejáramos llevar por las apariencias, si las amargas experiencias acumuladas a lo largo de nuestra historia hubieran pasado en vano, los bolivianos tendríamos que estar festejando un triunfo sobre las tentaciones totalitarias en las que cayeron los líderes del MAS.
Sin embargo, más allá del comprensible entusiasmo desatado por algunos de los hechos producidos durante las últimas horas, es más necesario que nunca no perder de vista la real dimensión del momento histórico por el que estamos atravesando.
Al hacerlo, aún a riesgo de no satisfacer las expectativas de quienes quisieran creer que estamos asistiendo a un un triunfo de la democracia sobre la dictadura, corresponde advertir sobre la posibilidad de que la realidad sea menos halagüeña de lo que sería de desear.
En efecto, a la luz de los más recientes acontecimientos y de los desaforados discursos de los líderes de las más radicales corrientes de la oposición, resulta más urgente que nunca advertir el peligro de que el eventual derrocamiento de un régimen víctima de su tentación totalitaria dé como resultado un engendro igual de indeseable.
Indicios sobre lo grande que es ese peligro abundan.Tanto que, a estas alturas del proceso en curso, se perfila como una temible amenaza la posibilidad de que el resultado de las movilizaciones ciudadanas de las últimas semanas no sea el restablecimiento de la institucionalidad democrática sino el surgimiento de una variante del mismo mal que se pretende conjurar.
Los motivos que alientan ese temor provienen nada menos que de algunos líderes de la oposición que cada vez con menos disimulo hacen gala de inclinaciones no menos totalitarias que las de quienes han sido tan valerosamente combatidos en nombre de la democracia.
Hoy, la extrema polarización en que está sumido nuestro país dificulta la tarea de discernir entre los matices que suelen esconderse entre las visiones extremas y radicales. Ello no debe impedir, sin embargo, hacer cuanto esfuerzo sea necesario para no perder de vista los principios y valores democráticos como principales puntos de referencia.
Ahora más que nunca es necesario perseverar en los esfuerzos hechos durante los últimos 37 años para defender y perfeccionar nuestro sistema democrático. No podemos ni debemos aceptar con resignación que vuelva a ser mediante la fuerza bruta, en las calles o en los cuarteles, como se diriman nuestras divergencias.
Son los principios y valores, que hacen posible la convivencia civilizada los que están en juego y ante ello no puede haber lugar para las dubitaciones.