Palabras que incendian
¿Qué fue lo primero que incendió, la palabra o la cosa? fue el cuestionador epígrafe que adornaba el sílabo de la materia Lenguaje de la Imagen que me tocó cursar en la universidad. Si la memoria no me falla, la frase pertenece a Octavio Paz.
El reto planteado por el docente fue elucubrar, durante todo el semestre, si es la imagen o lo que se dice, lo primero que enciende al alma humana.
Me atrevo a decir que es la palabra y es gracias a ella que somos lo que somos y nos diferenciamos del resto de las especies, sin menoscabo alguno a ninguna, porque gracias a los experimentos llevados a cabo, sabemos que los delfines los monos, o las abejas, tienen un sistema de comunicación, aunque, hasta el día de hoy no hayamos encontrado la manera de intercambiar mensajes con alguno de ellos.
En estos días de zozobra nacional, entre uno y los millones de mensajes que han circulado en redes sociales, canales de televisión, periódicos y radios, la palabra dicha y lanzada ha provocado verdaderos incendios.
Hay que recordar frases que incluían diminutivos como pitita, llantita, notita, que minimizaron a los bloqueos y otras como “cerco a las ciudades”, en tono de amenaza.
Están también los estribillos coreados en concentraciones y cabildos. Audios. Capturas de pantalla y amenazas a periodistas, en una lista interminable de mensajes a la que se suman los incendios verdaderos, los que han destrozado la propiedad municipal y privada.
El desasosiego impera, pero también la valentía y la resistencia pacífica, aún a costa de muchas provocaciones y de turbas enardecidas que se dejaron llevar gracias a un discurso falaz, porque no hay pruebas de lo que supone pasó, como por ejemplo cortar las trenzas de las mujeres que vinieron a marchar a Cochabamba.
Bolivia ha quedado enfrentada por la palabra. Bolivia ha quedado varada en esa un limbo caótico donde la palabra ha sido mezclada con la mentira y de allí ha nacido el peor de los venenos ese que nos hace creer que no somos hermanos, que no somos todos una misma nación y que por el color de piel, por haber nacido aquí o allá somos demasiado diferentes como para poder vivir bajo un mismo sol.
Es momento de re decir. De crear algo distinto y lleno de verdades y no mentiras a medias. Reconstruir mirando hacia adelante gracias a la resiliencia, esa capacidad que tiene un ser humano para superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido, un accidente, o en este caso el gran atropello que ha sufrido el país.
Es imperante dejar los odios y resentimientos atrás, porque anclándonos en el pasado nos haremos un gran daño.
La autora es máster en comunicación empresarial y periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER