Glosario semiótico del conflicto (I)
La conducta simbólica, afirma el escritor Juan Miguel Aguado, utiliza símbolos para describir, comprender e intervenir en el mundo. Por tanto, esta conducta ocupa la centralidad de las acciones humanas como forma dominante en que tiene lugar la comunicación y la formación de identidades tanto individuales como sociales. En este sentido, las acciones que hacemos sobre los objetos, los transforman y les brindan una nueva vida. Es vital, en este punto, entender que los símbolos tienen una semiosis ilimitada o una cadena infinita de interpretaciones, depende quién lea estos signos, en qué momento histórico y además desde qué posición ideológica.
En estas semanas, no es novedad, hemos tenido importantes cambios políticos en el país, también hemos evidenciado de forma latente espacios donde las relaciones de dominación, discriminación, poder y control se han manifestado mediante el lenguaje de los símbolos. Constatamos entonces, que los símbolos son una fuerza social que construye sentido y son la evidencia de cómo se construyen o reproducen asimetrías sociales.
Los símbolos, a su vez, son discursos que están imbricados por la correlación de fuerzas. En este glosario, uno breve, que comienza con la simbología de las banderas nacionales, pretendo analizar desde la ciencia que estudia los signos en la vida social, los símbolos más importantes en este momento vital.
Dos banderas, dos discursos. Por un lado, la tricolor y en el otro la wiphala, dos banderas con significados que generan identidad. La primera, adoptada en 1851, representa la oficialidad de un Estado libre e independiente de la opresión de la colonia. La segunda se compone de 49 cuadros de colores que simbolizan al mundo étnico ancestral de los indígenas andinos, una bandera que enarboló los valores de la lucha contra ese mismo poder.
Así, ambas banderas reconocidas por el Estado fueron los signos que, en estos días, han dividido a los bolivianos. Por un lado, la tricolor, portada por unos como un emblema representativo de una lucha y que flameaba en las barricadas, en las motos del grupo denominado de “Resistencia” y como cintillos en muchas cabezas. Por otro lado, la whipala como signo de una adscripción que no solo agrupaba ideológicamente al MAS, sino que tiene una significación mayor y que, sin embargo, fue quedando en un espacio determinado.
Recuerdo bien haber visto, en el trayecto de una ciudad en paro, wiphalas quemadas o pisoteadas, como una forma de protesta ante un gobierno y, quiero pensar positivamente, no contra una etnicidad, mismo acto que trajo consigo la protesta de quienes pedían respeto a ese símbolo.
Dos banderas confrontadas y luego entendidas, de forma progresiva mediante imágenes en las redes, como parte de nuestro espíritu pluricultural. Si analizamos ambas en su génesis eran los símbolos que luchaban contra un poder foráneo, colonial y esclavizador… Entonces, ¿cómo pueden ser hoy símbolos que nos confrontan? Esto tiene que permitir pensarnos como ciudadanos en busca de un destino común. Nuestros símbolos no deberían dividir las aguas, deberían ser materialidades que nos recuerden un pasado en común, un destino a construir como bolivianos, diversos e ideológicamente diferentes. Estas dos banderas, por tanto, son símbolos de liberación y no de división, recordemos siempre esa lección, hermanos.
La autora es escritora
Columnas de CECILIA ROMERO