Educación… ¡cuánta falta nos haces!
Por lo general, se entiende que educación es el proceso de formación integral del ser humano, ese proceso básicamente es la instrucción y el desarrollo de valores. Cuando se habla de instrucción se hace referencia al proceso de facilitar el aprendizaje o la adquisición de conocimientos (matemáticas, química, historia, filosofía, etc.), hábitos (cepillarse los dientes, lavarse las manos, sentarse bien, etc.) y habilidades (manuales, físicas, intelectuales, etc.). Cuando se habla de desarrollo de valores se hace referencia al proceso de internalización de conceptos en el ser humano, cuya práctica le permitirán vivir en armonía con la sociedad y con la naturaleza (respeto, amor, libertad, justicia, honestidad, responsabilidad, humildad equidad, paz, etc.). Algo más, se puede educar en contextos formales (inicial, primaria, secundaria, universitaria u otros donde, a la finalización de los mismos, se extienda un certificado que permita acceder a un nivel superior) o no formales o no escolares (centros comunitarios, instituciones privadas, organizaciones civiles o del Estado, donde no extienden certificados que permitan la promoción a un nivel superior).
Ahora bien, es conocido por gran parte de la sociedad boliviana que desde la revolución de 1952 la educación se ha ido masificando paulatinamente hasta nuestros días, igual que en otros países; sin embargo, algo ha estado pasando en Bolivia o algo nos ha estado pasando a los bolivianos que no nos hemos estado educando como debería ser; y ésta no es una apreciación sólo del último tiempo sino que deviene de mucho antes, pero, con seguridad, con mayor incidencia en el último tiempo.
No se puede entender de otra manera el hecho de que los bolivianos, hayamos aceptado que muchos políticos nos hayan estado “tomando el pelo”, desde la elección de sus candidatos, pasando por las campañas electorales, ofreciéndonos “el cielo y la tierra” para que votemos por ellos para, luego de encaramarse en el gobierno, olvidarse del por qué y el para qué llegaron allí.
El lector recordará, por ejemplo, que en un momento de la historia del país nos ofrecieron un “Plan de todos” (reforma educativa, participación popular y capitalización). "1 + 1 = 2" decía la propaganda electoral sobre el tema capitalización que consistía en el fortalecimiento de cada una de las seis principales empresas estatales (Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), la Empresa Nacional de Fundiciones (ENAF), la Empresa Nacional de Electricidad (ENDE), la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTEL), la Empresa Nacional de Ferrocarriles (ENFE) y el LAB) con aportes de capitales internacionales, manteniendo la participación mayoritaria de los bolivianos. La educación de los bolivianos no fue suficiente para comprender con anticipación o visualizar que los beneficiarios no seríamos los propietarios de ese patrimonio, sino, las transnacionales que al final se hicieron de nuestras empresas y así perdimos parte o casi todo de las mismas.
En el pasado reciente, la situación fue patética; por deshacernos de gobernantes que defraudaron la confianza de la mayoría de la población boliviana, votamos por un dirigente sindical para que sea nuestro presidente, dejamos en manos de un sujeto con insuficiente educación (poca instrucción académica y casi nula formación en valores) los destinos de nuestra amada patria, nuestro destino; y, de paso, acompañado de un impostor que decía ser “matemático” y “licenciado” pero que al final no contaba con las mínimas competencias para resolver elementales operaciones como “90x3” o “16+6”. Nuestra educación, la de los bolivianos que los elegimos, volvió a ser insuficiente para comprender con anticipación o visualizar que los beneficiarios no seríamos los propietarios del patrimonio del Estado, sino unos cuantos que se encaramaron en el poder.
Pero eso no es nada, lo grave es que después de la aprobación de la Ley 070, después de graduar a 44 mil maestros como licenciados del famoso Profocom y después de intentar hacernos creer que la educación boliviana estaba siendo transformada en la mejor de las mejores, pudimos comprobar (en los eventos recientemente acaecidos) que los seguidores del proyecto político del partido gobernante saliente, que debieron aprovechar la “jauja” del periodo para educarse, no lo hicieron, sólo habían sido instruidos para agredir a la población que no piensa como ellos, destruir lo poco que pudimos construir hasta ahora e incendiar casas y bosques que tanta falta nos hace; es decir, no habían desarrollado el valor más elemental que el ser humano necesita para vivir en armonía con la sociedad y la naturaleza: el respeto. Respeto por el voto, por la casa grande, por la vida de sus semejantes y por la de ellos mismos; entonces, amigo lector, coincidirá conmigo que a una parte importante de nuestra población todavía le hace falta mucha educación. Gran desafío para los futuros gobernantes y para todos los bolivianos que volvemos a nacer. Dios nos dará la fuerza para lograrlo.
El autor promueve el mejoramiento de la calidad educativa