Hipocresías extranjeras
El 28 de noviembre llegó una delegación de organizaciones sociales argentinas encabezadas por el polémico Juan Grabois, abogado y dirigente de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), a objeto de elaborar un “informe fidedigno” de la situación política-social y corroborar “in situ” las supuestas denuncias sobre vulneración de derechos para ratificar la “tesis tendenciosa” que en el país se gestó un golpe de Estado.
Resulta bastante sugerente la movilización de esta autodenominada “Delegación argentina de solidaridad con el pueblo boliviano” y que, por cierto, aun no queda claro quién los invito y financia su estadía.
Desde que llegaron, buscaron llamar la atención victimizándose por tratos exhaustivos especiales de indagatorios practicados por las fuerzas de seguridad; hostigamiento y agresiones de connacionales, cuyo acento extraño e irrecusablemente argentino, deducible de los videos que circulan en las redes sociales; evidencian un montaje teatral burdo y barato que planificaron, para subir –me imagino- en el “rating farandulero” .
Asimismo, alegaron estar siendo coartados en sus derechos a la libre expresión y, principalmente a la prohibición a emitir opiniones políticas en el país. Esto último, no es de extrañar, pues es prerrogativa de cualquier Estado, soslayar que foráneos se inmiscuyan en temas estrictamente internos del país que los cobija. Valdría la pena preguntar a estos “excelsos visitantes”, si nuestros coterráneos que residen en su natal Argentina tienen al menos semejante atrevimiento de interferir en su política interna.
Grabois cercano a Cristina Kirchner, no deja ser el típico carroñero oportunista y tramoyista limítrofe, que procura sacar réditos de uno de los momentos más críticos de inestabilidad política en Bolivia, a raíz de un régimen que cometió fraude electoral comprobado por el informe de auditoría de la OEA.
A modo de ilustración y contextualización al fanático izquierdista argentino, la violencia, barbarie y vandalismo desmedido fue promovida por las hordas delincuenciales afines al MAS. El incendio de domicilios particulares de personalidades, la quema de los buses PumaKatari, módulos policiales y oficinas de la alcaldía alteña; amenazas a medios de comunicación; asesinatos, violaciones, saqueos a industrias y centros comerciales; destrucción de pasarelas y el fallido intento de dinamitar las instalaciones de YPFB en Senkata, son pruebas evidentes del terrorismo criminal planificado, ejecutado, financiado y digitado por Morales y sus acólitos.
Estamos seguros que estos detalles no serán contemplados por este aventurero personaje, cual justiciero y defensor de los derechos humanos, arropado por dirigentes y parlamentarios del MAS, como la senadora chilena-boliviana Adriana Salvatierra, pretende elucubrar narrativas sesgadas y tendenciosas, en una clara intención de apoyo y solidaridad al cocalero pseudoindígena, consentido del gobierno mexicano.
Grabois, al igual que Morales, son dados al disfrute de las bondades del capitalismo que hipócritamente desprecian. Bastaría referirse a su estadía en el hotel Casa Grande, el más lujoso de la zona sur de La Paz. Al parecer, este exiguo “Che Guevara milenial”, hizo de la pobreza un negocio lucrativo y su medio de vida; utilizando recursos del Estado argentino para construir territorialidad y poder, cual ha sido el libreto de los populistas izquierdistas.
De ahí que su estadía, lejos de contribuir a la paz social, la dignidad y el respeto a la vida en comunidad de nuestra nación, sólo intenta perturbar la seguridad, el orden público y, principalmente desprestigiar al gobierno transitorio de Jeanine Añez ante la comunidad internacional.
El autor es docente e investigador UMSS-CBBA
Columnas de SAÚL MARCELO CHINCHE CALIZAYA