El avance del VIH en Bolivia
Hace 31 años, cuando un día como hoy en 1988 se identificó al Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) y su consecuencia, el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), como el más grave problema de salud que tendría que afrontar la humanidad durante muchas décadas se instituyó el 1 de diciembre como día dedicado a llamar la atención de los Gobiernos del mundo, de las organizaciones de la sociedad, de cada una de las personas, y especialmente de las más jóvenes, sobre la imperiosa necesidad de mantener un permanente un estado de alerta para afrontar el mal.
Desde entonces, se publica anualmente el “Informe sobre la Respuesta Global al VIH/sida”, en el que se hace una minuciosa evaluación de la manera como esta epidemia está siendo combatida en cada uno de los países del planeta. Y sobre la base de esos datos, se elaboran las políticas públicas encaminadas a mejorar los resultados.
Este año, el informe fue publicado bajo el título "Las comunidades marcan la diferencia" y dedica su atención a "el invaluable aporte que realizan las comunidades a la respuesta al sida". Sostiene que a tales comunidades les falta aún un mayor reconocimiento de parte de la sociedad, los gobiernos y las organizaciones internacionales, así como los recursos necesarios para continuar con su labor.
En lo que a los balances estadísticos se refiere, el informe 2019, igual que los de años anteriores, puede ser interpretado con una visión pesimista u optimista, dependiendo el ángulo y de la región geográfica desde donde se mire el problema.
Lamentablemente, como también ya es una constante, este año Bolivia vuelve a figurar entre los países con más motivos para la preocupación. Según el informe, en Bolivia el índice de contagios por SIDA se incrementó en un 22%, dato que coloca a nuestro país como segundo con mayor tasa de contagios en Latinoamérica, después de Chile, que con un crecimiento de 34% ocupa el primer lugar.
Esas cifras confirman un antiguo temor. Es que el Estado boliviano, año tras año, sigue arrastrando muy graves deficiencias en las políticas preventivas, las relacionadas con la educación e información. Y aunque ese vacío ha sido llenado, por lo menos parcialmente, por instituciones privadas, no ha sido suficiente para compensar las deficiencias de las instituciones estatales, lo que se refleja en el continuo avance del mal.
En tales circunstancias, lo menos que puede exigirse a quienes tienen en sus manos la salud del pueblo boliviano es que dejen de incurrir en la omisión de sus deberes.