Camba viejo no aprende a rezar
Dos de diciembre. Aniversario de la gran victoria de Napoleón Bonaparte en Austerlitz, porque no me vengan con la derrota del guatoco nacido en Córcega, debida más al arribo oportuno de tropas prusianas. En épocas de un necesario golpe de timón para reemplazar un proceso de cambio que mutó a relevo de rateros, diciembre 2019 refuerza mi voluntad de exponer mi punto de vista, en momentos que Bolivia todavía sigue con réplicas del terremoto del 20-O.
Las dicotomías divisivas del país entre k’aras y t’aras, blancoides y “originarios”, son una herencia siniestra del cocalero defenestrado. Sostengo que el partir de aguas nacional tiene explicación sociológica de origen colonial: no ceder espacio a indígenas ricos para juntarse a peninsulares y explotar conjuntamente a indios pobres. El mestizaje latinoamericano, variedad boliviana, se explica entendiendo que los españoles hacían parir, a veces a la fuerza, a las indígenas conquistadas, mejor si eran nobles o ricas. A su vez, los indígenas ricos se casaban con europeas pobretonas.
Aumenta el encono entre collas y cambas. Desconoce que Bolivia es herencia de dos de las cuatro divisiones del imperio Inca: Kollasuyo y Antisuyo. La capital del gran imperio era Cuzco, más cercana a nuestro país que Lima, o ciertamente, que Buenos Aires. Grosera simplificación es que Perú se apropie del gentilicio de incaicos, como ridículo es hacer una entidad aymara de una multicultural nación como es nuestra patria. ¿Cómo puede Bolivia ser aymara si hay una treintena de otros orígenes nativos?
Entiéndase que el racismo o los prejuicios regionalistas no se esfumarán con leyes, sino con educación, educación, educación. Abandonen bellacadas como forzar el aprendizaje de lenguas nativas, siendo todas aculturadas en quechuañol, aymarañol, guarañol, etc. Concentren esfuerzos en inculcar geografía, etnología, e historia bolivianas. Para ese cometido habrá que podar el magisterio de ignorantes que repiten como loros en las aulas, postulados trotskistas o neo-comunistas. Más gravitante será enseñar inglés y computación, no solo en los establecimientos privados.
La sede de gobierno en La Paz es una aberración histórica. Deviene de un conflicto, así fuera, como dicen, por el reemplazo de empresarios de la plata por mineros del estaño. La cosa es que hoy tenemos una sede de gobierno y una capital de la república. Pobrecitos los diplomáticos acreditado en una hoyada a 3.600 metros de altitud, teniendo previamente, sus corazones, que aguantar los 4.000 metros del aeropuerto de El Alto (quizá a punta de mate de coca, o “sorojchi pills’’).
Se necesita compensar el desplazamiento del centro de gravedad boliviano, que en lo económico hoy se asienta en el área circundante a Santa Cruz de la Sierra. La solución sería una nueva capital de la república de Bolivia, en un distrito en algún vallecito del Parque Nacional Carrasco, sin cocaleros por supuesto, ojalá cercana adonde tumbaban una palmera de medio siglo de edad en los años 60, para invitarnos el tierno cogollo de palmito mezclado con cebolla picada. Se llamaría Sucre, como nuestro fundador venezolano quería que fuera la hoy conflictiva Cochabamba. Tendríamos el Legislativo en Chuquiago y el Poder Judicial en La Plata, que recuperaría su antigua denominación.
La Paz es una ciudad cautiva. Con cualquier motivo cierran el aeropuerto de El Alto. Bloquean el ingreso de productos agrícolas por el norte y el sur, reeditando tal vez los cercos indígenas de épocas pre-republicanas. ¡Basta ya!, si Evo Morales construyó un museo ególatra en el medio de la nada, e invirtió para que la obra estadounidense en Chimoré mejorara a categoría internacional, ¿qué impide construir un aeropuerto más acogedor en el sur paceño? De paso, hagan del adefesio de la “casa grande” un hospital de tercer o cuarto nivel, tal vez con especialidad en efectos de la altitud.
Construir un puerto gigantesco –el Rottterdam boliviano en la Punta Man Césped, ahora llamada Triángulo Foianini– es otra asignatura pendiente. Ya no está en el imaginario nacional, quizá porque continúa el andinocentrismo con fijación enfermiza en puertos del Pacífico, en especial el chileno Arica y, ahora, el peruano Ilo. Si de magnitudes se tratase, el desarrollo del hierro del Mutún lo hará necesario. Significará quitar el dulce de la boca a la pretenciosa Armada boliviana. ¿O será que intentemos recuperar Puerto Pacheco del Paraguay, u ocupar la brasileña Corumbá?
Bienvenido el estudioso que defina una nueva interpretación socio-antropológica de tales prejuiciosos y ciertamente regionalistas criterios, que son causa del actual rezago y desigualdad social con atisbos de casta en Bolivia. Sin embargo, soy pesimista: camba viejo no aprende a rezar, porque en las espaldas bolivianas se pueden sembrar nabos.
El autor es antropólogo
win1943@gmail.com
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